En la vida nos incitan a triunfar pero no nos enseñan a fracasar. Cuando triunfas, haces lo correcto, es lo que se espera de ti, cuando cometes un error, eres un fracasado. Los triunfos se mantienen en silencio, los fracasos se airean a los cuatro vientos. La vida me ha enseñado, que cuando gano, no he hecho más que cumplir con mi obligación, cuanto me he equivocado, es que soy malo incluso mala persona. Todos te aplauden mordiéndose los labios cuando la vida te va bien, pero se regodean en sus propias miserias, cuando algo sale mal. He aprendido que más vale callar los éxitos para no dar alegrías en los fracasos. Cuando dos personas se aman, lo hacen público, lo quieren compartir con el mundo entero, muchos piensan no funcionará y si fracasa, dirán “ya lo dije yo”. Es muy fácil acertar porque hacer las cosas bien se ha convertido en una obligación y si te equivocas en un perdedor. Solamente las personas que te conocen que te quieren, que están a tu lado a las buenas y sobre todo a las malas, son las que merecen la pena. El éxito atrae muchos falsos amigos, el fracaso tiene buenos amigos.
Hoy mi socia de trabajo y yo hemos tenido un gran éxito, hemos cumplido con nuestra obligación, nos felicitan quien nos quiere, que son los mismos que estarían en el caso de que hubiéramos fracasado. El resto que se une a la victoria, no son más que falsas apariencias, sin ningún tipo de sentimiento.
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