Se acerca la
primavera en esta parte del mundo, los colores se apoderan del lucido matizado
invierno y del gris de sus mañanas. Parece que brota la esperanza, que se
siente algo, no sé bien qué, pero algo así parecido como la vida nueva, esa que
surge de unas cenizas sin apagar, aquella que te hace sentir de nuevo, cuando
te encuentras en el momento donde los recuerdos superan los sentimientos.
En otras partes
del mundo será el otoño, el sentimiento de deseo se cobijara en matices ocres,
en olor a leña y tierra mojada. Recuerdo de la vida, simiente de pensamientos.
Hoy dudé si
debía escribir. Siento extrañar cuando la vida nace. No extrañar lo perdido,
sino aquello que nunca tuve. Es posible que exista la pérdida de lo imposible, una
reflexión sin acabar abandonada tras un esquina que se olvidó en el pasado.
Extrañar lo que
nunca se tuvo. Es difícil pensar en ello, como también en sentir momentos cuando
están en la memoria. Por eso yo digo, y no sé si estoy en lo cierto, que
sentimos más los recuerdos que las esperanzas.
Sentir es
experimentar la vida. Tocarla con la yema de los dedos. Hoy siento que la vida
llega, no será la primavera o tu primavera, que no es lo mismo. Siento esa vida
que llega y me la quedo, incluso en el infierno, porque me gusta la vida cuando
la siento y cuando la recuerdo.
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