Hoy quiero
hablaros del tiempo, o tal vez quiero hablarme del paso del tiempo o de mi
tiempo. No del tiempo meteorológico, sino de ese que es como un contador por
pasos, que son días o minutos, como quieras contármelo. No es un contador para
el calculo sino que es como esos relojes por donde baja la arena, que
lentamente despiden partículas de vida de la parte superior a la inferior.
Bajan no por el peso del tiempo o de la tierra sino por el efecto de la fuerza
de la existencia, que se puede llamar gravedad o tal vez la propia vida.
El tiempo no se
acumula para tener más pasado, no olvidemos que el pasado no existe sino que
hay recuerdos y los recuerdos son momentos que pasamos por el corazón, los
vividos porque los que no lo hacemos siguen siendo una esperanza, a veces una
ilusión que tal vez nos haga realizar un sueño, pero irreal, intangible; como
el propio tiempo que sabemos que pasa pero dudamos incluso de su existencia
cuando lo llamamos eterno.
Hoy he visto una
película donde no hablaban del tiempo pero si de las segundas partes u
oportunidades, porque solo a veces el tiempo que es la vida te da esa
posibilidad. Pocas veces puedes rectificar, o tal vez volverlo a intentar. El
tiempo es un límite de espacio y regresar nunca es posible, solo cuando se
tiene esa fortuna se puede empezar una nueva hoja en blanco y empezar. Como
dicen los libros se acaban y las hojas se caen. Los libros se acaban y se empiezan
otros, y las hojas, ay las hojas nunca vuelven, el otoño se las lleva y la
primavera nos trae las nuevas. Asi es el tiempo, a veces un comienzo y tantas
otras veces un final.
En esa película se
hablaba de esas segundas partes, de que nunca es tarde para volver a empezar, sin
embargo, los comienzos no pueden surgir de un final. Si es así nunca será una
partida sino una hoja amarilla que antes fue blanca y ahora tan solo sirve para
describir lo que antes alguien escribió sin que lo viviéramos. Los finales no
son principios, los finales solo tienen espacio en la estantería de la memoria,
que quedaran para el recuerdo de unos y para el olvido de tantos otros.
Dicen que hay más
tiempo que vida, y es verdad. La vida es un trozo de ese tiempo y por eso
siempre tendremos intactas nuestras oportunidades, siempre es posible, no hay
nada que no podamos hacer porque el tiempo es tan infinito o finito como la
propia vida y si de eternidades hablamos, tal vez deberíamos dejar de medir el
tiempo en minutos y devolverlo a su original medida en momentos.
Hoy he tenido
tiempo y me he puesto a escribir, lo que realmente me llena en esta vida es
compartir y hablar de la vida. Soy tuitero por amor a la palabra breve, soy
parco en expresión pero rico en emociones. Hoy he tenido tiempo porque nadie me
lo ha robado, ni siquiera la vida, la principal ladrona de tiempo. Hoy he
decidido burlarme de todo y venir a mi blog y compartir mi tiempo, pensaros porque
realmente os quiero, sois esas miradas anónimas que tal vez nunca llegue a
conocer pero que siento en mi alma como letras que están gravadas hasta el
final de mi tiempo. No dudo en daros lo único que tengo, porque no tengo
absolutamente nada más que tiempo y eso es mío cuando no me lo roban, e incluso
a veces yo lo mal gasto. Qué triste es eso de dejar pasar el tiempo, aquello de
perder el tiempo o mal gastarlo como he dicho. Al menos al mal gastarlo se
gasta el otro se pierde o se deja pasar sin vivirlo. La vida no es más que
tiempo y si lo dejamos pasar, dejamos pasar la vida y yo no quiero hacer eso,
si lo hago es para hablarlo con vuestras sonrisas, esas caras anónimas que amo,
que son mi vida y a las que dedico la mayor parte de mi tiempo que es como
deciros, que os dedico mi vida.
Hace unos pocos
días alguien me enseñó que hay tiempo para todo, porque el tiempo dura tanto
como la vida.
Feliz vida... Os
Amo tanto...Hasta siempre.
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