Todavía me vuelven y vuelven unas palabras constantemente. A cuantos nos habrá pasado, ese momento tan difícil o extraño de dar dos besos en la cara a la persona en la que su día besastes en los labios. Que paradoja del destino, que dilemas
nos presenta en la vida, cuando no se ha olvidado, ni mucho menos, cuando aún se conserva ese amor vertiginoso, cuando aún tiembla el cuerpo al recuerdo de sus suave manos, cuando el silencio tiene la voz de su voz, cada imagen rescatada por la memoria es un poco de vida para los ojos, que ya no son nada sin los suyos. Cuando uno fue uno y el otro.
Que difícil esos dos besos en la cara, cuando cada noche visita nuestros sueños y odiamos el sol porque nos separa, porque nos aleja. Se perdió una vez y vuelve a perderse cada mañana en que la luz muestra la inmensidad de su ausencia.
Llegado ese momento en el que ya es tarde para vivir, dos besos en la cara, aún cuando queremos hallar su nombre y su rostro en cada espejo vacio, sus rasgos que eran iguales que los nuestros y empeñados en encontrar su imagen en el reflejo del agua, pero solo se recuerdan voces secretas, recuerdos y sombras. En cada sueño, antes que el sol nos lo arrebate, disfrutamos del olor del paraiso y las cenizas de esa gloria. Su nombre siempre estará inscrito en el alma y llega el momento, en el que se acercan sus labios y se pegan en cada cara, bajo el sol, porque en el sueño sigue ese beso se pega a los labios.
Que difícil esos dos besos en la cara, cuando cada noche visita nuestros sueños y odiamos el sol porque nos separa, porque nos aleja. Se perdió una vez y vuelve a perderse cada mañana en que la luz muestra la inmensidad de su ausencia.
Llegado ese momento en el que ya es tarde para vivir, dos besos en la cara, aún cuando queremos hallar su nombre y su rostro en cada espejo vacio, sus rasgos que eran iguales que los nuestros y empeñados en encontrar su imagen en el reflejo del agua, pero solo se recuerdan voces secretas, recuerdos y sombras. En cada sueño, antes que el sol nos lo arrebate, disfrutamos del olor del paraiso y las cenizas de esa gloria. Su nombre siempre estará inscrito en el alma y llega el momento, en el que se acercan sus labios y se pegan en cada cara, bajo el sol, porque en el sueño sigue ese beso se pega a los labios.
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