Como tantas
veces estoy contigo desde la otra parte del mundo. Buscando, tal vez alguno de esos besos en
sentido contrario, sí de esos que me prometiste, aquellos que se dan por
carreteras sin salida. Yo mirándote, desde la otra cera de la calle; tú tras el
escaparate de esa cafetería humeante, como tu té. Giras como tantas otras veces
la cuchara en la taza en el sentido adecuado de las manecillas del reloj, más
rápido, gira y gira, no se encuentran ni rastros de ese azúcar, de esas
palabras dulces que me conmovieron en el pasado. Yo apostado en la otra acera,
te miro humeante también por el vapor que emanan mis labios, esos suspiros
suaves de calor que me ahogan. Tu mirada clavada al infinito, giras la
cucharilla dentro de la taza, no dejas caer ni una sola lágrima, tal vez no
quieres que te vean vulnerable en tu vida, esa vida que imagine a tu lado,
compartida, como dos tazas de té.
Yo ya no tengo
vida, no me la imagino. Nunca la tuve, hasta que te conocí. Tú me diste la vida
y tú me la quitaste. Ahora veo la vida, te miro a ti, te siento desde la otra
acera de la calle vestida de invierno, con gorro y bufanda, como me gusta, a tu
gusto; al gusto de mi amor por ti.
Te siento lejos,
tanto que te fuiste, tan inmensamente distante, como de mis labios a tu taza de
té.
Dicen que con
los recuerdos se revive la vida. ¿Qué vida?, la ¿vivida o la sentida?, no hay
más vida fuera de tu boca, de tus ojos y tu sonrisa, no la conozco y, ¿sabes
más?, no la quiero conocer, quiero observar mi vida cuando la vida acaba. Ya no
hay vida, pero si hay recuerdos, están tus palabras y también tus besos.
Todo por una
taza de té compartida, ahí junto a ti, dando vueltas a la cucharilla contigo, compartiendo
su sabor, su calor y el aroma del amor; así veo la vida, sino es esa, no hay
vida, hay recuerdos que viven la vida.
Hermoso, no te había leído hasta ahora, me gustó mucho éste, y tu estilo, genial!
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