En primer lugar
como persona educada que soy, pedir mis disculpas a tanto corazón hermoso que
lee mis letras, pero no puedo dejar pasar un momento más sin darme este baile,
creo que lo comprenderéis.
Hay ciertos
individuos que pasan por la vida
mofándose del semejante, alagándose así mismos de una capacidad intelectual
superior a la de los demás, dejándose ver bajo su título más o menos obtenido
con elegancia, de periodismo o contador de historias, pero que se convierten en
meros bufones de las cortes medievales.
El chilanguero
de pelo sucio, pelos en la cara que no llegan a ser más fuertes que los enmocados
de la nariz, utiliza el sarcasmo como escudo de defensa. Su cobardía es tan
notable, que es incapaz de hablar con palabras directas a la cara, con la
verdad, sin tapujos ni mentiras. Se sonrojaría bajo el chaleco sin mangas que
le recuerda, que sus chapuzas domésticas, no son más que el recordatorio de un
ser enchufado por eso que llaman el cuarto poder con apellidos familiares de
los dueños de la información.
Hacen gracia sus
payasadas sin llegar a nivel de payaso, ya sabemos que el bufón solo se mueve
entre las letrinas del poder mediático y los restos del alcohol que cae de las
jarras de sus dueños.
Es un ser
soberbio, se siente superior, se burla sin pecado ni penitencia. Le corona su
calva pero también la ancha cintura de los kilos sacados de tragar los sapos y
las culebras. De entre los necios se lleva el premio, sin necesidad de más
conjura, que la de contar con el apoyo de su plebe de una nobleza masticada con
chicle de basuras informativas, como si la gente honrada necesitara de su voz
para conocer la realidad. Son contadores de historias de pacotilla, que llenan
sus bolsillos con el mercado capitalista de la publicidad, se enorgullecen de
denunciar injusticias sociales, pero nunca dudan de lucir sus coches, carros o
camionetas de alta cilindrada, casas en urbanizaciones privadas con seguridad
propia y guarda espaldas para que ningún indignado pueda botar su cabeza llena
de grillos con una botella abandonada en una noche de borrachera. Al
chilanguero le va la chilanga, las copitas y copichuelas. Polvos blancos,
azules y de colores en tabernas nubladas por el humo de las ventosidades más
amargas.
Es la hipocresía
hecha fandango, con sangre en las manos de festejos de los que llevan los
pitones en la cabeza, como propios, ante la infidelidad de su hembra cansada de
tanto chiste y pedorreta.
Prometo que no
se volverá a repetir, pero no podía resistir la tentación de estas letras,
sacadas del manual del baile del chilanguero.
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