Aprendí a vivir
cuando pensaba que no tenía vida. Sentí la vida cuando me dejaron sin vida,
cuando tan solo quedaban en mi algo más que una sonrisa y muchas lágrimas.
Empecé a vivir cuando prescindí de emociones y solo me quede con vida dentro.
Con dos brazos y dos piernas, algo más que un cuerpo y una frente donde
mirarme; sentí la vida. Aprendí a vivir de la propia vida y sin la ayuda de una
mirada, cuando no me quedaba más que las palabras, cuando tan solo sentía,
cuando apenas respiraba. La vida te enseña viviendo pero no sin vida. Sentí la
vida cuando no tenía nada, cuando me quedé viendo como todo se alejaba, cuando
el suelo era mi único refugio sin más ropa que el viento, la lluvia y un poco
de sol. Aprendí que no podía continuar viviendo sin vida, cuando pensar era
algo que me quitaba la vida, cuando mirar el pasado me restaba vida y el futuro
huía sin posibilidad de parar su partida. Empiezas a vivir cuando no te queda
vida, en el momento en el que corazón se para y ves pasar tu vida por encima de
la vida y tan solo te resta vivir por ti, sin la ayuda de la propia vida.
Aprendí a vivir sin vida, pero nunca sin tu vida.
Hoy he sido
consciente que no publicaba mi vida en “Manu y la Vida” desde hace semanas, que
tan solo era Manu pero que detrás de esa “Y” no estaba la Vida, fue entonces
cuando decidí empezar a vivir, aprendiendo de la vida sin tu vida.
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