Cuando te dicen
que tu mismo sabes lo que es bueno y malo para tu salud. Cuando dejan la vida
en tus manos te planteas hasta lo más mínimo, hasta el último detalle para la
reflexión, de lo que era tu vida y lo que quieres que sea a partir de ese
momento.
Nuestra sociedad
ha creado muchos mitos, unos con mas peso que otros, la del “presunto dios Baco”
es uno de las más importantes, tanto por su historia como por su trascendencia
económica. Ese peso económico es el mas importante, puesto que la cultura de la
mesa y la copa esta muy enraizada en nuestras costumbres. El alcohol y su
estrella mas deslumbrante, el vino; son ingredientes que no solo han llegado a
ser la estrella de la conversación y de las relaciones sociales, sino que
además se les ha dotado con el calificativo de obras de arte. El vino, se ha
convertido en uno de los elementos de lo sofisticado, del glamour y de la
eterna división en clases sociales.
Saber de vinos a
finales del siglo XX y principios del actual, ha sido algo que ha contribuido para
sobresalir dentro de la clase social. Todos hemos conocido a algún familiar o
amigo que al llegar a un restaurante cuando el camarero le ha preguntado sobre
el vino a elegir, ha tomado la carta, la ha repasado, la ha estudiado y como
tonto por la escuela, se ha precipitado en la mayoría de las ocasiones o por el
más caro, o por aquél que pertenece a una zona vinícola de moda. El camarero
como buen profesional le ha felicitado por la elección y no ha dudado en darle
a catar el primer sorbo sobre su copa, y éste, haciéndose el conocedor de dicho
arte, la mueve, la olfatea, absorbe y mirando al camarero le manifiesta su
aprobación. Es entonces cuando éste se dispone a servir en mayor cantidad a
todos los invitados y en alguna ocasión, a dejar el corcho que tapaba la
botella a ese pretendido experto para que lo olfatee y de nuevo haga uso de su
maestría en la materia.
Esa escena tan ridícula,
tan esperpéntica y necia, se ha repetido
en numerosas ocasiones y es muestra de una falsa adoración a ese presuntuoso dios
del éxtasis llamado Baco.
En la época de
bonanza económica a finales del siglo pasado se hizo famosa una profesión, la
de “sumiller”. Es decir, de aquel experto en vinos que seleccionan la carta en
un restaurante y que además aconsejan sobre el vino adecuado para cada comida.
Es una de las profesiones que cayó en primer lugar al inicio de la crisis
económica, por artificial, presuntuosa y prescindible. Solo necesaria en una
sociedad artificiosa y de espaldas a uno de los valores esenciales de la vida:
la salud. Por fortuna en la actualidad son otros los valores que nos rigen,
como la comida sana, el ejercicio físico etc…
Este señor o
señora nos aconsejaba que vino meternos en el cuerpo, como si de una camisa se
tratara, como si lo que ingerimos pudiera compararse con moda y tendencias. La
diferencia es importante, la moda se quita y se pone y nuestra piel permanece
intacta, el alcohol y demás sustancias químicas que acompañan a esas bebidas,
entran en nuestro organismo, se filtran por el hígado y llegan a nuestras
células alterándolas y degradándolas. Sufre nuestro corazón pues alteran el
ritmo cardiaco y envejecen sin remedio las arterias dificultando la circulación
sanguínea.
El vino no es
más que una bebida alcohólica resultado de la fermentación del zumo de la uva.
La consecuencia del calor sobre el azúcar que contiene ese fruto. Puede hacerse
con cualquier fruta, pero el resultado no es el mismo. Olor agradable y algunas
veces también su sabor dependiendo de su elaboración y curiosamente de modas
impuestas por enólogos y sumillers.
Muchos me
replicarían diciéndome que el vino es aconsejado para la salud. Eso no es
cierto, lo que se aconseja es que si se bebe se beba vino, en cantidad tan
moderada como una copa comiendo, nada más, y si se bebe que sea rojo porque
posee algún factor antioxidante como son los taninos, que también pueden
encontrarse en el té.
En definitiva el
vino es alcohol fruto de la fermentación y la transformación del azúcar. El
vino es tan dañino como cualquier sustancia tan tóxica como el alcohol, como el
tabaco, como la cocaína. Sí, como la cocaína o más, porque no debemos olvidar
los daños que ha causado y causa el alcohol en nuestra sociedad, como accidentes,
muertos, violencia de género, daños, marginalidad, etc…. Sin embargo una gran
industria construida alrededor de este falso dios y toda una cultura, le han
salvado de la quema como ha ocurrido con otras drogas. Recordar que uno de los
alicientes que inducen a fumar es la cajetilla de tabaco. Lo mismo ocurre con
la botella de vino, cava, champagne. Se le ha adornado de un rito y glamour que
no tienen otras drogas. Ello con su peso económico, le ha llevado a los altares
de los dioses.
La cultura
occidental es muy dada a crear mitos y el del vino es uno de los que vienen de
la historia, del propio origen de la sociedad occidental. Sus efectos en la
conducta humana no son diferentes a los que en otras culturas ha ocasionado la
hoja de coca o el opio. No hay diferencia cultural ni evolutiva. El ser humano
precisa evadirse de la realidad, delirar, crear nuevas formas, nuevos colores;
nuevas ideas. Se le puede llamar surrealismo o de cualquier otra forma, pero es
convertido en arte porque se considera que cuando las manos del hombre crean
algo al margen de la naturaleza, es arte.
No deja de ser
una droga con los efectos sobre la salud. Obesidad, alteraciones de la tensión
arterial, hepáticas y muchas otras. Cuando me dijeron que yo sabría qué cosas
son buenas o malas para mi salud, me conciencié de que esta era una de ellas,
aunque a veces me veáis beber una cerveza o una copa de vino, ya os conté que
estoy en proceso y que no he alcanzado mi meta, lo que nunca haré será
justificar que esto es bueno para la
salud o no pasa nada. Cada vez que tomo alguna de estas sustancia químicas sé
que me estoy haciendo daño, soy consciente de ello y así lo expreso.
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