LOS SÁBADOS (2)
Pérdida la
mirada en el horizonte de la ciudad, siguiendo la estela de otros, que sin
rumbo, algún destino pretenden alcanzar. El día es fresco, claro, brillante y
soleado. Ese frescor que hiela las manos, las inmoviliza y te las lleva sin
preguntar, al cobijo de algún bolsillo donde la templanza del cuerpo, las haga
despertar. Sin mirar más que al suelo y a ese horizonte, me perturba un
perfume, con aires de primavera, incluso de verano. Un tanto cítrico con
matices de madera y algo de canela. Siempre me ha excitado un perfume, ha
despertado mis sentidos y alterado los instintos. Es sexy para ser esta hora de
la mañana, me ha llegado a cautivar de tal manera, que me ha sonrojado los carrillos
de mi cara y despertado de mi letargo ha alimentado mi curiosidad. Levanto los
párpados, con algo de lágrimas en su interior, miro al frente y tan solo veo
tubos de escape vomitando un humo negro, que evidentemente no es el origen de
ese olor. A mi izquierda, gentes tapadas
por bufandas y pañuelos esperan la llegada del autobús que les lleve a algún
lugar de compras, el día lo pide, regalos y todo muy en familia. A mi derecha
algo salvaje de colores fucsias, brillantes, ardientes como el rojo,
perturbadores a la naranja. Ojos claros, labios excitantes con brillo posesivo
de besos no entregados. Mejilla clara y un gorro blanco. Me mira, la trato de
evitar y no puedo, todo mi cuerpo me lleva a ella, no pudo reprimir absorber
todo lo que ese instante me pueda regalar, para llevarla, para no dejar de ella
ni migas para las palomas. Pasa por mi lado, aspiro su perfume y me alimento de
su mirada, fija, distinta, horizontal y permanente. Pasa, no la veo, me paro, me
quedo inmóvil; no me atrevo a volverme. Soy consciente de que si me giro, ya no
será una mirada inocente, será viciosa, con deseo, con hambre de carne. No
puedo parar los latidos, el cosquilleo en el estómago. Es irreprimible,
necesario, vital para mi vida, si, girarme, mirar, dar la vuelta, tomarla,
besarla. Lo hago tembloroso, poco a poco, avergonzado por los pensamientos,
pero lo hago, miro hacia atrás, pero ya no hay nadie, ni su estela, ni su
mirada, ni su perfume, ni nada. Hay otros, que andan, se mueven, caminan,
respiran, ríen, sollozan; como todos, como tantos, como ninguno.
Continuo mi
camino, hacia mi destino, regresa mi mirada al horizonte, y allí se halla,
detenida, frágil, convulsa, con sus labios brillantes, con muchos besos, con
los míos, no de otros, los no dados, los guardados.
Abro los ojos,
no fue un sueño, es mi sábado, tu día, el mío, el de tantos, escrito o por
escribir, siempre lo mismo, pensando, reflexionando que eres uno, que no estás
sólo, que lo estás cuando eras DOS.
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