Muchas preguntas
son las que se hacen, pero no las que yo me hago, porque yo si se porque te
quiero. Puedo hablar de motivos y de razones, puedo dar explicaciones; pero yo
sé bien porque te quiero.
Hay muchas escusas
para hacer esa pregunta, motivos para dudar de la realidad de que un sueño de
muchos, sea nuestra verdad
Dicen que en la mayoría
de las ocasiones no nos pasa nada, sino que pasa alguien. A mí me pasaste
tú. Me llegaste tal vez envuelta en el regazo de una nube, o posiblemente con
los primeros rayos de una luz de primavera. Recuerdo que estabas y me
recordabas que mi Alma me miraba, que no era una casualidad que tus cabellos
fuera del color de la luz y tus ojos del jardín de mis deseos.
Golpeaste mi
atardecer con tu amanecer, me recordaste que me atreviera a ser querido por ti,
que me arriesgara a vivir lo que nunca me habían contado. Como siempre me costó
mover los pies de mis calcetines pegados a mis dedos, por el capricho de
recuerdos que tendrían que estar envueltos en papel de invierno.
Y me atreví, te
vi y sentí. Te empecé a vivir entre cada
latido como si no pudiera haber espacio en el mundo para volver a empezar, sino
para seguir; para estar juntos, unidos por el sonido de tu voz.
Te empecé a
querer, momento tras momento y en cada golpe del teclado de mi amor.
A veces me
siento muy pobre ante la riqueza de tu alma. Me siento pequeño ante la grandeza
de tu mirada, de tu instinto; de tu mundo hecho a tu semejanza. Esa pobreza me
la enriqueces tú, con las letras de cada segundo y en cada día. No pasa un instante
sin ti y los millones me llueven, desde esas estrellas que yo veo, cuando tú
caminas con el Sol. Me enloqueces más y más, no se me resiste un centímetro de
mi cuerpo a tus encantos, a tu perfume; al sabor de tus ideas cuando me hablas
de ese momento, en el que juntos tu yo, pasearemos por una vida que hacemos a
medida.
Es fácil decir
porque te quiero, porque eres tú y a ti se te debe querer por lo que eres, por
como haces que la vida sea un lugar maravilloso donde vivir. Él porque ya dije
que sería algo sencillo de explicar, tal vez tan solo con verte, todas las
preguntas tienen su respuesta. Lo difícil es decir el cuanto y ahí no me ayudas
porque juegas con mis medidas. Te gusta
verme llegar a esos límites en los que me quedo sin palabras, cuando no acierto
a unir ni dos letras porque hay sentimientos que no pueden describirse mas que
con gestos, con caricias, con abrazos y con mis besos. Llega el momento en el
que hay que dejar de lado la timidez, incluso la decencia, para adentrarse en
el calor de un hogar, que solo encuentro en tu cuerpo.
Soy tan tonto
que no llego a entender cuando te diviertes conmigo hablando de otras mujeres.
Dices que no son celos, sin dar más explicaciones. Yo no entiendo las reglas de
ese juego, porque no hay nada en mi vida después de ti. Hace tiempo que dejé de
intentar comprender la vida sin mí amor y menos para pretender entenderla con alguien
que se te pudiera parecer, aunque dudo que en este mundo ese ser pueda existir.
Empiezo a sufrir
de uno de los mayores pecados del hombre:
la envidia. No son celos mi amor, porque del aire no puedo tener celos; es
envidia, un maldito sentimiento que tengo de todo lo que te rodea, por su
fortuna y por mi desgracia. Envidio a todo aquel que tiene la suerte de poder
rozar tu aire, aspirar un centímetro de tu perfume, cambiar una palabra junto a
tu boca; sentir tu mirada. Cada vez que me cuentas que estás o que vas con alguien
me surge la pregunta del porque ellos sí y yo no, porque siendo yo quien te ama, carezco de tu cuerpo pero
no de tu alma.
No dudo ni un
instante que estoy en tu corazón y que tengo tu alma. Siendo perfecto este
paisaje, llegará el día en el que podré escribir, y espero que en este blog,
que toda el Alma soy yo.
Para Alma, con
todo mi amor…….
Manu.
El alma inspiradora que rodea tu mundo explaya sus alas en tu aura y corona los instantes dejándose querer a sí misma. ¡Bello! Saludos atentos.
ResponderEliminarDejándose querer a si misma. Eso me ha gustado. Gracias y besos
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