A veces cuando
acabo con mis palabras, llega la palabra. Sencillo de entender, fácil de
imaginar cuando las personas son como el agua, transparentes en esencia, puras
en contenido.
La vida es mucho
más sencilla de lo que imaginamos, es más fácil de como la usamos, es
remotamente más suave que las alas de una mariposa. Y así son las personas,
cuando son personas y no etiquetas.
Los seres humanos no tienen sobre nombre,
ni precio, ni líneas convergentes. Las
personas cuando son personas, son manos iguales, rostros individuales y
cabellos de colores.
Personas que en apariencia te hacen poner todos los frenos,
que impresionan, a las que observas hasta que llegas a conocerlas. Son más
sencillas con su color, que otras que pasean por el mundo haciendo bandera de
sus blancos y negros. Los grises me dan miedo, esa mezcla endiablada del color
y su ausencia, del todo y la nada, de la vida y la muerte. No creo en los
matices de la ausencia de luz, porque mi sangre es roja o colorada como dice mi
madre. No confió en la ausencia de luz, no me fío de esa falta matizada con
notas de luz. Soy persona que se asemeja a una flor y le atraen otras flores,
de esas de la primavera, un mundo de color para una imaginación llena de
mezclas, de razas y de mucho mundo; de mucha vida que en los momentos de
reflexión parece escasa.
Personas de
conceptos sencillos y de mirada compleja. De sentimientos puros, sinceros,
plenos sin reparos; pero fáciles de entender cuando se les mira, se les escucha
y decides comprender. A veces esos conceptos tan sencillos pasan de largo por
que no estamos dispuestos a descubrir cada una de sus emociones, de sus
circunstancias; en definitiva no queremos comprender su vida.
Hay tantas
personas rancias de mira que etiquetan, que califican y clasifican; como si los
seres humanos fuésemos objetos de un archivador, donde en el fondo del cajón se
distinguen los rubios de los morenos, los ojos claros de los oscuros y los
diferentes tonos de piel.
Existen personas que no ven ni escuchan, tan solo
miran hacia el exterior, hacia ninguna parte, hacia sus prejuicios y sus
miserias.
Yo conozco
personas radiantes que son lo mejor de mi vida. Algunas son rubias y otras son
morenas; de pieles curtidas por el viento manchado de sol, por los elementos,
por la vida. Son personas que se mojan cuando llueve, que no saltan los
charcos, los cruzan; personas que cuando hay que comer, cocinan; cuando hay que
leer escriben; personas que cuando tienen que querer, aman.
Son personas
odiadas por los necios, pero amadas y adoradas por los artistas, por aquellos
que interpretan la vida, la transforman con sus propias manos en un intento
desesperado de llenar de belleza este mundo en el que respirar, a veces puede
ser lo más simple o una obra de arte.
Algunos le
llaman estilo, otros lo llamamos amor; porque tan solo el amor puede
transformar lo vulgar en sublime.
El concepto
puede ser sencillo, el contenido es brillante querida amiga……
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