Hay tantos filósofos de la vida que intentan dar explicación a determinados sentimientos. Cuantos libros en los que nos han tratado de dar una razón de la liberación que supone el amor. Durante siglos ha sido uno de los sentimientos que mas se han pretendido describir y con poco éxito, porque ya en el siglo XXI siguen surgiendo estudiosos del tema e incluso razones científicas que se fundamentan en estimulaciones y sustancias hormonales que tratan de explicar como el ser humano cuando tiene ese sentimiento deja de ser su propio centro vital y centrarlo en otro. Tal vez una imagen sea la mejor opción, la madre con su hijo recien nacido, deja de ser mujer, deja de lado su vida y tan solo ese ser que ha surgido desde sus entrañas es su único motivo para vivir. Lo mismo ocurre cuando el amor llama a tu puerta, te anulas, vives por esa otra persona y la cuidas y te preocupas, es una sensación de miedo a su pérdida. Y te preocupas por el futuro por hacer todo lo posible para que tenga una vida feliz. Lo que nunca puedes pensar en esos momentos, es que el futuro es tan solo un conjunto de sueños y esperanzas, que se va elaborando día a día con tu entrega, con dejarte todas tus fuerzas y energías por la persona amada, sin darte cuenta que todo eso que das o lo que pretendes entregar tiene que ser en ese preciso instante, el futuro como he dicho lo imaginas pero sabes que no existe. Ese vertigo que te ocasiona el mañana se incrementa en esa madre que mira a su hijo frágil totalmente dependiente de ella con toda la vida por delante y le llegan a temblar las piernas por ese vertigo del abismo que es el mañana.
Te entregas en cuerpo y alma, lo das todo incluso tu vida que te era tan importante momentos antes de que surgiera. Nadie podemos predecir lo que nos deviene, lo que nos tiene preparado para nosotros la madre naturaleza la gran madre, esa que tenemos tan descuidada y que mal tratamos ignorando que nos hizo el mayor de los regalos: la vida. Cuidar a quien nos da la vida, a quien con su sonrisa nos hace sentir amor, entregarnos sin esperar nada, solo nuestro propia paz y felicidad de saber que lo dimos todo, como esa madre con su vida.
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