La sangre caliente, el corazón latente, absorbes la vida como si el mundo en un instante acabara. No eres indiferente, te afecta el más mínimo susurro de un pájaro posado en la rama de un árbol. Te emocionas con facilidad, no sabes mantener la mente fría, gritas, lloras, cantas, te ríes; te emocionas con una simple palabra, un gesto o una mirada. En un momento pasas de la lágrima a la carcajada. Tus intensos sentimientos dominan tu voluntad, te perturban la razón, como el amor, los celos, el deseo, la aventura. Amas con el corazón, pero tu cuerpo es el deseo, no puedes imaginar la distancia, necesitas tocar, acariciar y poseer.
Dicen que los latinos somos seres de sangre caliente, que el corazón es nuestro origen y nuestro destino; que la vida la devoramos en cada segundo, que no dejamos nada para mañana, que somos gente poco calculadora y que nos guiamos por las emociones. No pensamos lo que pueda pasar, simplemente lo hacemos, lo mejor que podemos con todo nuestro amor, porque en cada palabra y en cada acto ponemos el corazón y el alma, aunque con ello se ponga en juego hasta nuestra propia vida.
No somos espectadores de la vida, somos protagonistas de nuestra vida, no la vemos pasar, somos la vida, capaces de los mayores errores, pero también de las mayores hazañas.
Dicen que los latinos somos seres de sangre caliente, que el corazón es nuestro origen y nuestro destino; que la vida la devoramos en cada segundo, que no dejamos nada para mañana, que somos gente poco calculadora y que nos guiamos por las emociones. No pensamos lo que pueda pasar, simplemente lo hacemos, lo mejor que podemos con todo nuestro amor, porque en cada palabra y en cada acto ponemos el corazón y el alma, aunque con ello se ponga en juego hasta nuestra propia vida.
No somos espectadores de la vida, somos protagonistas de nuestra vida, no la vemos pasar, somos la vida, capaces de los mayores errores, pero también de las mayores hazañas.
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