Cuando escribo, cuando publico mis reflexiones, leo comentarios diciendo que es hermoso, que es bonito. Hoy no se si tendré esos comentarios o serán otros, pero hablaré de la vida desde mi experiencia. Una de las mayores verdades es que todo en este mundo tiene su contrario. El bien se entiende porque existe el mal, lo bello con lo feo, el amor por el odio, el blanco con el negro y la vida por la muerte. Convencido de que hay personas que son ángeles, que llegan a tu vida para protegerte, para cuidarte, para sacar una sonrisa de la tristeza; no es menos cierto que existen otras que son demonios. Personas que beben de la envidia, que se alimentan del odio y de la destrucción, que se apoderan de la felicidad de las personas para hundirlas en la miseria. Todo aquello que tanto te costo construir, lo destruyen en un instante, se desploma por sus negras almas, te hacen sacar el lado mas malo de tu interior, porque son alimañas que viven del daño ajeno. Construí un palacio con ternura, un mundo de color de rosa perfumado por el amor, donde no cabían los demonios, ni el odio ni el rencor. Pero llegaron son fuertes, su amargura las convierten en una potente energía capaz de hipnotizar a bellas almas y abducirlas para su supervivencia. Son animales carroñeros, no se enfrentan directamente, chupan la sangre de su presa poco a poco, para convertirlas en sus títeres y cumplir su única meta que es el mal.
He conocido a esas personas y vencieron batallas, la lucha es larga, difícil, el bien no tiene esas armas, va de cara y sin agachar la cabeza. Frente a ellas no valen las palabras, no escuchan ni sienten solo sienten la soberbia de la envidia. Aunque no tengo esas armas ni las tome prestadas, he perdido una y otra batalla, pero juro que no la guerra. Frente al odio, el resentimiento y la envidia; el amor, el cariño, la belleza y la ternura son mis armas, con las que algún día podré ganar la guerra.
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