Hoy me desperté con
un video sobre corazones, lo puse en mis redes, habla de las cardiopatías en
niños. Lo colgué en mi Twitter y desde Argentina me informaron que estamos en
la semana del corazón. En ese mismo instante decidí saltarme planes y sin
pensar dedicar unas palabras hoy al corazón.
No hay órgano en
el cuerpo tantas veces dibujado y siempre de color rojo. El corazón es el motor
de la vida como víscera, pero también como símbolo, no solo por ser el del amor
sino también el de la bondad. Una
persona buena es una persona con corazón. Cuando se habla de corazón, se dice
que se trata de una persona sincera y que lo hace con cariño.
No hay malas
palabras ni pensamientos para el corazón. Una mirada bonita es de buen corazón,
una cara tierna como esta de Priscila es consecuencia de un hermoso corazón,
que además lo es y de verdad. Cuando se habla de que algo o alguien actúa de
mal corazón, no se recrimina a ese órgano vital, sino que se califica el mal de
la persona para hacerlo con el corazón.
Cuando era niño
no podía oir al corazón, siempre he sido extremadamente sensible. Recuerdo que
una vez una enfermera amiga de la familia me tomo la tensión simplemente con el
fin de que viera lo quera ese aparato y el fin que se le daba. No pude resistir
las pulsaciones en mi brazo y caí sin remedio al frío suelo y los mareos se
apoderaron de mí. Lo mismo ocurría cuando me auscultaba el médico; el simple
hecho de pensar que estaba oyendo mi corazón me sugestionaba y los mareos y las
ansiedades se apoderaban de mi.
Tal vez es que
mi sugestión como todas las sugestiones, llegan con ese misterio con el que vestimos las cosas
importantes de la vida, y el corazón es lo más importante de la vida. En la
actualidad me ocurre lo contrario, sufrí del corazón como tal y ahora me
encanta escucharlo en una eco-cardio, con sus latidos y también con esos otros
sonidos que evidentemente me interpreta el especialista que me examina. Tomar
las pulsaciones ahora es habitual cuando hago deporte o a diario, me gusta
saber cómo se encuentra, su fortaleza y su bondad; sobre todo eso último.
Yo he sufrido
como casi todos del corazón, yo en ambos sentidos, en el físico como en ese más
espiritual, tal vez de nuevo por ese misterio que lo cubre, por tantos
corazones rotos, atravesados con flechas; por esos corazones dibujados con tiza
en la pared.
Menuda
responsabilidad se le ha dado al corazón, la vida y el amor; porque no hay amor
sin vida, ni vida sin amor, y el corazón duele aunque digan lo contrario. Vaya
que si duele el corazón.
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