Hay momentos en la vida que nos
sentimos como un naufrago en medio de la nada. Tenemos la sensación de que todo
lo hemos perdido, de que las ilusiones y metas que nos marcamos hace años, no
se han cumplido y si lo han hecho, no han colmado las expectativas que nos
habíamos creado.
La vida en si es una ilusión y un
viaje en solitario, pensamos que conseguir las metas es triunfar, sin embargo
seguimos estando vacíos, nos falta algo, o no teníamos nada. Esa ilusión se
desvanece, porque nos empeñamos en seguir creando nuevas metas, cuando en
realidad cruzar el primero no es lo importante, conseguir los sueños es una luz
en el horizonte, que a veces se alcanza y otras no. Lo verdaderamente
importante y que no lo conseguimos porque no nos paramos a pensar y meditar, es
sencillamente que cada latido del corazón es suficiente para estar vivos y la
vida en si misma es felicidad, sin ningún ornamento más.
La vida es sencilla, tan solo nosotros nos la
complicamos cada día con ambiciones y deseos, que a veces aunque los consigamos
nos dan una imagen distorsionada de la felicidad, porque son momentos efímeros
y pasajeros.
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