Tus pies, tus ojos, tus manos, tu
boca, tu pelo; ensangrentas mi corazón, con tu mirada infinita, esa que se
cruzó con la mía una noche de verano, cuando tan solo buscaba un poco de aire
fresco, llegaste, clavaste tus ojos en mi pecho y arrancaste cada uno de mis
latidos, los robaste y ya nunca fueron míos.
En el juego de la seducción no existen reglas,
todo está permitido, robar es un premio, regalar, tal vez es la perdición. Se
deben usar todas las armas tanto de ataque como de defensa, porque en el
intento puedes caer mal herido y esa herida puede que nunca cicatrice, que te
deje marcado de por vida, por eso hay que afinar con las palabras y los gestos,
para que ese juego termine convirtiendo la atracción en amor.
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