Volar, voolaaaaar;
subir, bajar contigo sin alas volar… Y mucho mas que desde el miércoles tengo
metida en mi cabeza y no quiero sacar. Tan solo una canción que ha puesto
obstáculos con su sencilla letra en mi memoria, sin la cual no recuerdo nada ni
del lunes ni del martes y poco de lo que les sigue, y es que; hay cosas que
carecen de explicación, o tal vez, nos explican que lo mas sencillo es lo más
complejo.
Desde que
nacemos la sociedad, y en primer término la familia, uno de sus eslabones más perniciosos,
se empeñan a enseñarnos cosas a las que no tenemos opción de elegir. Entre ellas
a andar, algo a lo que no tenemos ni la mas mínima capacidad y sin embargo es
tan preciso y necesario que lo consiguen de una forma organizada, y yo diría
que hasta mafiosa. ¿Y porque no nos enseñan a volar? Tal vez porque no esté dentro
de esa gran convención social de la que hablaba el Sr. Jacobo Rousseau; ese
pacto no escrito por el cual las humanas
y humanos se organizan y subsisten a la propia evolución natural de las
especies, dominándolas a ellas y a los propios elementos del grupo, con sus
estigmas, reglas, parámetros sociales y normas creadas al amparo de la
desconfianza y de la unidireccionalidad intelectual.
Pero yo desde el
miércoles vuelo y por eso canto, olvidando los convenios impuestos y las
necesidades previstas para el sostenimiento del equilibrio económico, que no es
mas que un estatus de riqueza para unos pocos y de pobreza para la mayoría. Si
volviera a nacer yo no me dedicaría a lo mismo, sería más creativo. Me hundiría
en todo aquello que puede ayudar y hacer feliz a las personas. No haría de mi
vida un hilo conductor de resolución de conflictos basado en el triunfo de uno
y la perdida de otro. Yo a penas puedo seguir viendo como mi éxito, se
fundamenta en la derrota del que llaman contrario, pero es que esta sociedad
formada por elementos de mi mismo género es tan miserable que se basa en la
supervivencia del fuerte y la derrota del débil. Un mundo del que es difícil escapar
tras siglos de planes maquiavélicos dirigidos a la explotación del ser humano
por el ser humano. En otro momento hubiera utilizado la expresión machista de “explotación
del hombre por el hombre”, pero no he caído, porque algo está cambiando en mi y
es muy hermoso, porque soy más yo y no olvidemos nunca que la vida es aquel
camino que nos conduce a nosotros mismos.
Desde hace unos
años domina en mi horizonte ese pensamiento lineal de Hermann Hesse en boca del
Siddharta: “Sólo quiero ser lo que soy, a veces todo y a veces nada; quiero ser
lo que soy y serlo de verdad”.