Hoy no puedo
decir eso de como fue la semana porque hace dos que no cumplo con la cita de
los domingos en el blog. Un viaje a una playa catalana, un lugar de ensueño en
el pasado finde semana largo que coincidió con el día nacional de España, impidió
acudir a mi cita con pluma y papel, pero sin dudarlo estuve de corazón
presente. Un fin de semana aquel que ya está en la carpeta de los olvidos salvo
por un detalle fastidioso: los mosquitos. Al principio pensé que tal vez me había
sentado algo mal, pero no; cuando descubrí que todos los que estábamos en la
zona sufríamos de picaduras, no por consulta; sino por los movimientos de los
tobillos de muchos de ellos, supe de inmediato que no solo mi sangre era apetecible,
sino que estábamos siento testigos de un ataque masivo de mosquitos hambrientos
que le daba lo mismo la trucha que el pescado.
Ese dar lo mismo
también estuvo presente en mi segunda semana, es decir en la precedente, pero
por un tema muy diferente, aunque mi piel todavía cuenta con los restos de una guerra donde la victoria
se la llevó esos pequeños vampiros con alas. Su origen estuvo en las redes
sociales y en especial de los amigos de México y de otros países de América;
sin olvidar también algún personaje en ambos géneros de este lado del Atlántico.
La polémica y el debate surgió por la candidata española a Miss Universo, que
por lo visto encendió la ira de muchos anacrónicos personajes, entre ellos una
tal “Lupita” sin saber más de ella porque no me interesa, y que según dicen en
su tiempo fue Miss México. Su ofuscación vino a cuenta de esa candidata española
y digo bien terminado en “a”, por el hecho de que se trata de una persona trans
y que en opinión de dichos defensores de la moral y de las buenas costumbres en
los cutre concursos de belleza femenina, no debía participar porque según ellos
no se trata de una mujer, en el sentido de no estar en posesión de ovarios, que
al parecer a tales defensores de la ley concursal, se trata de elementos
orgánicos imprescindibles para la participación, como si su carencia dejara
alguna tara a quienes no los posean. Todos estos personajillos son los que
siguen anclados en el pasado divisor de la especie humana entre la hembra y el
macho, no entre hombres y mujeres que no saben ni lo que son, y lo digo, porque
el hecho de hacer corresponder como característica esencial la tenencia de
ovarios equipara a la mujer a eso del macho con testículos y buena dosis de tetosterona.
De esos de pelo en pecho, paquete apretado y por supuesto poco dados a la
poesía y si a las artes de la codicia.
Me enfadé muchísimo
y discutí con todo el que se me puso por delante, porque me revienta el inmovilismo,
la cultura conservadora y los defensores de las tradiciones añejas. La sociedad
actual es rica porque es diversa, porque el ser humano es uno y no se divide en
dos géneros sino en género, porque eso de los machos y de las hembras no es una
regla matemática, sino la de hombres y mujeres lo sean anatómicos o del alma,
porque tan mujer es la que nace con ovarios como aquella que teniendo dos “cojones”
se siente tan femenina como cualquiera, porque aunque su cuerpo no lo sea, es
mujer de los pies a la cabeza. Y lo mismo, al contrario de aquellas que
naciendo con ovarios tienen entre sus piernas mas huevos que muchos de esos machos
de pelo en pecho y bigote afilado.
Se que soy muy
pesado con el programa “Operación Triunfo”, pero es que no solo por ser fan del
formato sino por la orientación que está teniendo desde el año pasado. Es un
espacio de tolerancia y diversidad humana, donde los jóvenes de apenas veinte
años, no soporta decir “mariconez” sin sentirse ofendidos, porque son mejores
que todos esos defensores del blanco y el negro, de la señorita “Lupita” que representa
lo peor de la feminidad machista; porque de ellos es el futuro y con ellos yo
me quedo, y no con la banda de música de tambores y trompetas que siguen pensando,
que se nace hombre o mujer por el tamaño de las cosas que se lucen entre las
piernas.
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