domingo, 21 de octubre de 2018

DIVERSIDAD



Hoy no puedo decir eso de como fue la semana porque hace dos que no cumplo con la cita de los domingos en el blog. Un viaje a una playa catalana, un lugar de ensueño en el pasado finde semana largo que coincidió con el día nacional de España, impidió acudir a mi cita con pluma y papel, pero sin dudarlo estuve de corazón presente. Un fin de semana aquel que ya está en la carpeta de los olvidos salvo por un detalle fastidioso: los mosquitos. Al principio pensé que tal vez me había sentado algo mal, pero no; cuando descubrí que todos los que estábamos en la zona sufríamos de picaduras, no por consulta; sino por los movimientos de los tobillos de muchos de ellos, supe de inmediato que no solo mi sangre era apetecible, sino que estábamos siento testigos de un ataque masivo de mosquitos hambrientos que le daba lo mismo la trucha que el pescado.

Ese dar lo mismo también estuvo presente en mi segunda semana, es decir en la precedente, pero por un tema muy diferente, aunque mi piel todavía  cuenta con los restos de una guerra donde la victoria se la llevó esos pequeños vampiros con alas. Su origen estuvo en las redes sociales y en especial de los amigos de México y de otros países de América; sin olvidar también algún personaje en ambos géneros de este lado del Atlántico. La polémica y el debate surgió por la candidata española a Miss Universo, que por lo visto encendió la ira de muchos anacrónicos personajes, entre ellos una tal “Lupita” sin saber más de ella porque no me interesa, y que según dicen en su tiempo fue Miss México. Su ofuscación vino a cuenta de esa candidata española y digo bien terminado en “a”, por el hecho de que se trata de una persona trans y que en opinión de dichos defensores de la moral y de las buenas costumbres en los cutre concursos de belleza femenina, no debía participar porque según ellos no se trata de una mujer, en el sentido de no estar en posesión de ovarios, que al parecer a tales defensores de la ley concursal, se trata de elementos orgánicos imprescindibles para la participación, como si su carencia dejara alguna tara a quienes no los posean. Todos estos personajillos son los que siguen anclados en el pasado divisor de la especie humana entre la hembra y el macho, no entre hombres y mujeres que no saben ni lo que son, y lo digo, porque el hecho de hacer corresponder como característica esencial la tenencia de ovarios equipara a la mujer a eso del macho con testículos y buena dosis de tetosterona. De esos de pelo en pecho, paquete apretado y por supuesto poco dados a la poesía y si a las artes de la codicia.

Me enfadé muchísimo y discutí con todo el que se me puso por delante, porque me revienta el inmovilismo, la cultura conservadora y los defensores de las tradiciones añejas. La sociedad actual es rica porque es diversa, porque el ser humano es uno y no se divide en dos géneros sino en género, porque eso de los machos y de las hembras no es una regla matemática, sino la de hombres y mujeres lo sean anatómicos o del alma, porque tan mujer es la que nace con ovarios como aquella que teniendo dos “cojones” se siente tan femenina como cualquiera, porque aunque su cuerpo no lo sea, es mujer de los pies a la cabeza. Y lo mismo, al contrario de aquellas que naciendo con ovarios tienen entre sus piernas mas huevos que muchos de esos machos de pelo en pecho y bigote afilado.

Se que soy muy pesado con el programa “Operación Triunfo”, pero es que no solo por ser fan del formato sino por la orientación que está teniendo desde el año pasado. Es un espacio de tolerancia y diversidad humana, donde los jóvenes de apenas veinte años, no soporta decir “mariconez” sin sentirse ofendidos, porque son mejores que todos esos defensores del blanco y el negro, de la señorita “Lupita” que representa lo peor de la feminidad machista; porque de ellos es el futuro y con ellos yo me quedo, y no con la banda de música de tambores y trompetas que siguen pensando, que se nace hombre o mujer por el tamaño de las cosas que se lucen entre las piernas.




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