En épocas de
personas tranquilas, de conservadurismos mas miedosos que baratos; el genérico hombre
para reseñar al ser humano ha pasado a mejor vida, y sin ánimo de ofender y aunque
alguno aún se lleve las manos a la cabeza, tal vez lo abstracto y neutro no sea
suficiente y se tenga que optar por alguna que otra “a”, al término de la narración.
Ignorante de mi
propia persona, me siento en movimiento sin dejar de salir de las sábanas de mi
cama en este domingo de madrugón sin sentido. Yo que estaba tan estático como
una señal de tráfico, ahora me esta dando por mover veletas conforme al rumbo
de los vientos y sentirme cada vez más parte del tiempo, que de un horario.
Y todo empieza
por algo y termina sin motivo. La vida no es algo que tenga sentido, pero si es
una especie de camino donde la opción no siempre es nuestra, sino que muchas
veces la inercia es una fuerza capaz de hacer callar los latidos de los
corazones mas potentes. El mío, me refiero al corazón, que no siempre funciona
a las mil maravillas por culpa de baches y de rupturas varias; se agarró
lamentablemente a lo normal dentro de unos límites, que es como decir de aburrido
sobrante, como las corbatas que antes llevaba y las chaquetas mas propias de
mortajas que de una paloma con vida.
Aún no se muy
bien el motivo, pero seguro que por influencia de esa juventud que ahora me
llega, porque me da la sensación de que yo voy en sentido contrario por la
vida, o tal vez, sea la vida la que pasa a la inversa, como cuando miras por la
ventanilla de un coche en la autopista, que en lugar de delante parece que todo
queda detrás; efecto que por fin he podido comprobar desde que me siento al
otro lado del volante del mundo, donde se puede mirar lo que antes solo me estaba permitido ver.
La revolución no
solo es una palabra, no solo es un cambio en la forma de afrontar; es una
necesidad infinita de hacer cambiar, es una pretensión casi imperceptible de
ser mejor, pero sobre todo de evolución, de no sentirse acabado, sentado y
contemplativo; de ser un motor de cambio y no solo de búsqueda de lo que ya
existe, sino de modificar eso que llaman realidad y de la que tan solo nos
salvamos con los sueños que nos hacen de verdad.
Yo pienso que
todos somos generaciones, somos grandes ciudades y somos la revolución, porque
la vida es tan injusta que mantenerse a la expectativa tras la gran pantalla de
las noticias, no es que sea cobarde; es peor que eso: es tremendamente
aburrido, como esas chaquetas llamadas americanas, o esas corbatas que no son
mas que símbolos de un machismo al que todas nosotrAs debemos combatir desde la
trinchera del corazón, que es el amor.