La vida fluye, la vida es una luz que perseguimos, a la que
nos aferramos, a la que no soltamos. Es tan frágil como el ala de una
mariposa, pero es dura como un diamante cuando lo que se juega es su
propia existencia. Es un continuo flujo de energía, como el agua
transcurre por el curso de un río. Tiene su inicio, de donde emana su
esencia, su génesis cósmica, y a partir de ahí, transcurre por este
mundo, por la realidad, llevándose golpes y victorias; hasta que abandona esta realidad, uniéndose con el resto de las vidas, con el resto de las luces en la eternidad.
La vida carece de explicación, a veces ni se le encuentra sentido, incluso se busca el interruptor para apagar la luz; hasta el momento en el que ves muy cerca la oscuridad. Cuando empiezas a dejar de emanar luz y te acercas a ese provisional apagón; le encuentras explicación, todo tiene sentido, y te aferras a ella como a un clavo ardiente. No la sueltas, tu fluir se hace pesado, para mantener encendida la luz.
Cuando eres consciente de que se escapa la vida, como flujos de luz por cada uno de tus poros, en ese preciso instante, es cuando estas más vivo, cuando realmente y con todos tus sentidos, amas a la vida, y toda tu energía se convierte en amor; porque comprendes, que lo único que merece tu amor; es la propia vida.
La vida carece de explicación, a veces ni se le encuentra sentido, incluso se busca el interruptor para apagar la luz; hasta el momento en el que ves muy cerca la oscuridad. Cuando empiezas a dejar de emanar luz y te acercas a ese provisional apagón; le encuentras explicación, todo tiene sentido, y te aferras a ella como a un clavo ardiente. No la sueltas, tu fluir se hace pesado, para mantener encendida la luz.
Cuando eres consciente de que se escapa la vida, como flujos de luz por cada uno de tus poros, en ese preciso instante, es cuando estas más vivo, cuando realmente y con todos tus sentidos, amas a la vida, y toda tu energía se convierte en amor; porque comprendes, que lo único que merece tu amor; es la propia vida.
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