sábado, 24 de noviembre de 2018

LA REVOLUCIÓN


En épocas de personas tranquilas, de conservadurismos mas miedosos que baratos; el genérico hombre para reseñar al ser humano ha pasado a mejor vida, y sin ánimo de ofender y aunque alguno aún se lleve las manos a la cabeza, tal vez lo abstracto y neutro no sea suficiente y se tenga que optar por alguna que otra “a”, al término de la narración.

Ignorante de mi propia persona, me siento en movimiento sin dejar de salir de las sábanas de mi cama en este domingo de madrugón sin sentido. Yo que estaba tan estático como una señal de tráfico, ahora me esta dando por mover veletas conforme al rumbo de los vientos y sentirme cada vez más parte del tiempo, que de un horario.

Y todo empieza por algo y termina sin motivo. La vida no es algo que tenga sentido, pero si es una especie de camino donde la opción no siempre es nuestra, sino que muchas veces la inercia es una fuerza capaz de hacer callar los latidos de los corazones mas potentes. El mío, me refiero al corazón, que no siempre funciona a las mil maravillas por culpa de baches y de rupturas varias; se agarró lamentablemente a lo normal dentro de unos límites, que es como decir de aburrido sobrante, como las corbatas que antes llevaba y las chaquetas mas propias de mortajas que de una paloma con vida.

Aún no se muy bien el motivo, pero seguro que por influencia de esa juventud que ahora me llega, porque me da la sensación de que yo voy en sentido contrario por la vida, o tal vez, sea la vida la que pasa a la inversa, como cuando miras por la ventanilla de un coche en la autopista, que en lugar de delante parece que todo queda detrás; efecto que por fin he podido comprobar desde que me siento al otro lado del volante del mundo, donde se puede mirar lo que antes solo  me estaba permitido ver.

La revolución no solo es una palabra, no solo es un cambio en la forma de afrontar; es una necesidad infinita de hacer cambiar, es una pretensión casi imperceptible de ser mejor, pero sobre todo de evolución, de no sentirse acabado, sentado y contemplativo; de ser un motor de cambio y no solo de búsqueda de lo que ya existe, sino de modificar eso que llaman realidad y de la que tan solo nos salvamos con los sueños que nos hacen de verdad.

Yo pienso que todos somos generaciones, somos grandes ciudades y somos la revolución, porque la vida es tan injusta que mantenerse a la expectativa tras la gran pantalla de las noticias, no es que sea cobarde; es peor que eso: es tremendamente aburrido, como esas chaquetas llamadas americanas, o esas corbatas que no son mas que símbolos de un machismo al que todas nosotrAs debemos combatir desde la trinchera del corazón, que es el amor.




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