Quince días
desde mi última visita al blog y como si no fuese tiempo. Tan rápido va todo
que a veces cuesta mucho quedarse a contar la vida, porque en definitiva la
vida también es tiempo, pero es esa parte del tiempo donde la pasión hace de
las suyas y convierte el mero lapso temporal, en latidos de libertad.
Mas que poético
estoy cantarín, que son cosas que pasan cuando uno es fan de un concurso musical
de televisión; que se vuelve concursante en la distancia y obsesivo por no
estar donde se cocina el invento. De una de esas canciones surge el título: “Olvidarse
de olvidar”, o más bien olvidarme de olvidar, que es como una contradicción que
esconde un gran mensaje, ese que nos recuerda que olvidar es más difícil de lo
que parece y que mejor será olvidarse de ello y acarrear con la condena del
recuerdo, porque no hay nada peor que estar dando vueltas, para bien o para mal,
a algo tan inexistente como lo es el pasado.
Esa canción también
trata de un arrepentimiento, de ese en el que desembocan las rupturas de algo
que llegó con la mayor de las ilusiones, de eso tan buscado como inesperado
como lo es el amor. Nos plantea esa pregunta del ¿porqué? y le sigue, porque
llegaste, porque te quise, porque rompimos y porque te fuiste, en un alarde de
cuestionamientos que nos lleva desde el arrepentimiento del prólogo, hasta la
nostalgia de su epílogo. Y así la vida diría yo, porqué hicimos esto o aquello,
en una serie de preguntas sin contestación, ya que el simple hecho de formularlas
es un fracaso al estar condenadas al olvido, a ese que hay que recordar para
olvidar.
Lo bueno es qué
aunque no se olvide, a la vida llegan nuevos presentes, esos que en forma de
regalo se presentan sin esperar y que al menos, sino te ayudan a olvidar, si lo
hacen a recordarte que tienes que olvidar y que un suspiro es una declaración
de amor a gritos, recordando que éstos no son lamentos sino esperanzas.
Un nueva semana
se avecina y para empezar defender a una chica ya condenada al agujero de la
prisión, a esos módulos, chabolos, comunicaciones y bis a bises a los que no es
tan difícil llegar como parece, porque la mala suerte, la poca fortuna o la
injusticia del reparto de bonanzas en este mundo de diferencias, te pueden
llevar a caer cuando menos lo esperamos, y al final solo nos queda que alguien
nos eche una mano sin juzgarnos y tan lejos como dice esa otra canción, donde ya
no hayan consejos.
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