domingo, 11 de noviembre de 2018

OLVIDARSE DE OLVIDAR




Quince días desde mi última visita al blog y como si no fuese tiempo. Tan rápido va todo que a veces cuesta mucho quedarse a contar la vida, porque en definitiva la vida también es tiempo, pero es esa parte del tiempo donde la pasión hace de las suyas y convierte el mero lapso temporal, en latidos de libertad.

Mas que poético estoy cantarín, que son cosas que pasan cuando uno es fan de un concurso musical de televisión; que se vuelve concursante en la distancia y obsesivo por no estar donde se cocina el invento. De una de esas canciones surge el título: “Olvidarse de olvidar”, o más bien olvidarme de olvidar, que es como una contradicción que esconde un gran mensaje, ese que nos recuerda que olvidar es más difícil de lo que parece y que mejor será olvidarse de ello y acarrear con la condena del recuerdo, porque no hay nada peor que estar dando vueltas, para bien o para mal, a algo tan inexistente como lo es el pasado.

Esa canción también trata de un arrepentimiento, de ese en el que desembocan las rupturas de algo que llegó con la mayor de las ilusiones, de eso tan buscado como inesperado como lo es el amor. Nos plantea esa pregunta del ¿porqué? y le sigue, porque llegaste, porque te quise, porque rompimos y porque te fuiste, en un alarde de cuestionamientos que nos lleva desde el arrepentimiento del prólogo, hasta la nostalgia de su epílogo. Y así la vida diría yo, porqué hicimos esto o aquello, en una serie de preguntas sin contestación, ya que el simple hecho de formularlas es un fracaso al estar condenadas al olvido, a ese que hay que recordar para olvidar.

Lo bueno es qué aunque no se olvide, a la vida llegan nuevos presentes, esos que en forma de regalo se presentan sin esperar y que al menos, sino te ayudan a olvidar, si lo hacen a recordarte que tienes que olvidar y que un suspiro es una declaración de amor a gritos, recordando que éstos no son lamentos sino esperanzas.

Un nueva semana se avecina y para empezar defender a una chica ya condenada al agujero de la prisión, a esos módulos, chabolos, comunicaciones y bis a bises a los que no es tan difícil llegar como parece, porque la mala suerte, la poca fortuna o la injusticia del reparto de bonanzas en este mundo de diferencias, te pueden llevar a caer cuando menos lo esperamos, y al final solo nos queda que alguien nos eche una mano sin juzgarnos y tan lejos como dice esa otra canción, donde ya no hayan consejos.






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