Una semana mas
que se acaba y unas cuantas letras en la cita del blog, donde tan solo en un
par de párrafos dejar algo de recuerdos de un tiempo que ha sido mío y de nadie
más. Como dicen, o mejor lo digo yo porque es un tweet mío: “todos somos olvido
hasta que alguien nos llama recuerdo”.
Todo empezó como
siempre en lunes, que para algo es el primero, y me llevó a un viaje de ida y
vuelta en el día. Un viaje a Catalunya en el día que desde hace un año es el
menos indicado para viajar a esa maravillosa parte de España. Pues a pesar de los
temores ante la violencia de los independentistas, en el sur de esa comunidad
del Estado no pasó nada. No vi ni símbolos ni una voz más alta que otra, signo
indiscutible de que los medios y las redes aumentan a veces las voces de lo que
solo son gritos de sin razón, ignorancia y mucha intolerancia contaminada por interés
muy diversos. En fin, que fue un viaje agradable y de vuelta me encontré con la
soledad, esa tan despreciada situación de aquellos que no tienen nada. De esos
que en su interior no encuentran motivos para su propia felicidad y precisan
siempre de otros que les empujen, o a veces; de esos otros para que de su vida
chismosa se convierta el mundo en un chisme donde no se soportan ni así mismos.
Como dicen, o tal vez también lo digo yo, la soledad es la única que nos
garantiza la libertad, un derecho que necesito, que cada vez aprecio más posiblemente
por haber sido tan escaso en mi vida. La libertad que añoro es la de las cosas
pequeñas, esa que te dice cuando levantarte, decidir si dormir o no, o tal vez
tan solo si pensar o cantar. Esa libertad que tan solo se consigue estando solo
porque no reclama explicación alguna ni cuestiona los motivos. La soledad es un
espacio de libertad para aquellos que como yo tienen muchas ventanas abiertas
al mundo y nunca le falta la compañía de un saludo. La soledad es ese trayecto
donde uno mismo dispone si comer pan o galletas, si beber té caliente o frío,
sin motivo aparente que justifique una u otra decisión. Esa libertad cotidiana,
que no es esa que se escribe con letras mayúsculas y subrayados, sino esa
libertad real, la que se mastica, la que realmente se vive eligiendo tan solo lo
mas simple pero posiblemente lo que más llena.
Esa libertad que
la sociedad le niega al que no tiene pareja ni hijos, porque piensa que su
tiempo siempre está disponible para los demás, porque total no tiene
obligaciones familiares y por lo tanto se le puede utilizar, emplear y
manipular al antojo porque carece de causa que justifique una negativa. Esa
libertad que es oxigeno de supervivencia, porque la ausencia de determinadas
obligaciones o compromisos no da derechos a que el espacio sea invadido por
derechos que se presumen adquiridos, porque la sociedad no entiende que la
libertad sea algo que no se cambia por nada y que solo en soledad, puedes descubrirla en su
plenitud y gozarla como un suspiro que agradece el oxigeno que el aire le
regala.
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