domingo, 7 de octubre de 2018

LIBERTAD, LA CARA BONITA DE LA SOLEDAD.




Una semana mas que se acaba y unas cuantas letras en la cita del blog, donde tan solo en un par de párrafos dejar algo de recuerdos de un tiempo que ha sido mío y de nadie más. Como dicen, o mejor lo digo yo porque es un tweet mío: “todos somos olvido hasta que alguien nos llama recuerdo”.

Todo empezó como siempre en lunes, que para algo es el primero, y me llevó a un viaje de ida y vuelta en el día. Un viaje a Catalunya en el día que desde hace un año es el menos indicado para viajar a esa maravillosa parte de España. Pues a pesar de los temores ante la violencia de los independentistas, en el sur de esa comunidad del Estado no pasó nada. No vi ni símbolos ni una voz más alta que otra, signo indiscutible de que los medios y las redes aumentan a veces las voces de lo que solo son gritos de sin razón, ignorancia y mucha intolerancia contaminada por interés muy diversos. En fin, que fue un viaje agradable y de vuelta me encontré con la soledad, esa tan despreciada situación de aquellos que no tienen nada. De esos que en su interior no encuentran motivos para su propia felicidad y precisan siempre de otros que les empujen, o a veces; de esos otros para que de su vida chismosa se convierta el mundo en un chisme donde no se soportan ni así mismos. Como dicen, o tal vez también lo digo yo, la soledad es la única que nos garantiza la libertad, un derecho que necesito, que cada vez aprecio más posiblemente por haber sido tan escaso en mi vida. La libertad que añoro es la de las cosas pequeñas, esa que te dice cuando levantarte, decidir si dormir o no, o tal vez tan solo si pensar o cantar. Esa libertad que tan solo se consigue estando solo porque no reclama explicación alguna ni cuestiona los motivos. La soledad es un espacio de libertad para aquellos que como yo tienen muchas ventanas abiertas al mundo y nunca le falta la compañía de un saludo. La soledad es ese trayecto donde uno mismo dispone si comer pan o galletas, si beber té caliente o frío, sin motivo aparente que justifique una u otra decisión. Esa libertad cotidiana, que no es esa que se escribe con letras mayúsculas y subrayados, sino esa libertad real, la que se mastica, la que realmente se vive eligiendo tan solo lo mas simple pero posiblemente lo que más llena.

Esa libertad que la sociedad le niega al que no tiene pareja ni hijos, porque piensa que su tiempo siempre está disponible para los demás, porque total no tiene obligaciones familiares y por lo tanto se le puede utilizar, emplear y manipular al antojo porque carece de causa que justifique una negativa. Esa libertad que es oxigeno de supervivencia, porque la ausencia de determinadas obligaciones o compromisos no da derechos a que el espacio sea invadido por derechos que se presumen adquiridos, porque la sociedad no entiende que la libertad sea algo que no se cambia por nada y  que solo en soledad, puedes descubrirla en su plenitud y gozarla como un suspiro que agradece el oxigeno que el aire le regala.




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