Dicen que a veces entregamos tanto amor, que quién lo recibe no sabe que hacer con él. En esta parte del mundo ha llegado la primavera y es la estación del arrebato, de la abundancia; la época donde el amor fluye por cada uno de nuestros poros y lo entregamos sin medida, sin tener en cuenta de aquel que lo recibe, está preparado o no, para tan abrumadora inundación de sentimientos. Como todo en la vida, los comienzos son desbocados, intensos y desmedidos. Pasan los días, las semanas y tal vez los meses, se cambia de estación y todo llega a su calma, esa furia se va dosificando, con ternura, son suavidad, con lentitud; dando la porción exacta en cada momento. Es el momento de que tras la conquista precisamos conservar el premio obtenido con todas nuestras fuerzas y pasiones. Tras la primavera llega la serenidad, los silencios sonoros y las palabras susurradas al oido. Es el momento de las miradas de complicidad y de los besos que apenas rozan los labios, pero que son mas intensos porque se entrega todo el cuerpo, se regala el corazón. En ese momento de serenidad, de calma, nuestro corazón siempre va por delante y el resto de nuestro cuerpo lo seguirá, allá donde quiera que vaya.
sábado, 29 de marzo de 2014
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