sábado, 11 de julio de 2015

EN EL LLANTO DE MI SOLEDAD



Tras la máscara diaria de una capa de maquillaje, de unas gafas de sol, de una barba; está nuestra soledad, no es la mía, ni la de un amigo; es la tuya. La soledad es como tu corazón, si te falta no estás, no existes. La lloras en ocasiones cuando retiras de tu rostro falsedades y mentiras, cuando el agua pura y limpia se desliza por los recovecos perdidos de tu existencia. Tu soledad, mi soledad; nuestra soledad, no es para compartir, es un brazo, no sé si el izquierdo o el derecho, tan solo puedo decir que su falta es una mutilación y su pérdida la ausencia de la cordura que sujeta la locura.

Mi soledad me lleva hacia mí, se desliza con mis palabras pero no me aleja de ti ni del mundo. La soledad es sentirme arropado por mis brazos antes de pedir los tuyos. El llanto de mi soledad es tan solo un grito amargo, ese que emana de los ojos sin lágrimas. Esos momentos en los que no se suspira, sino que se grita, se protesta; es cuando en tu casa con tu soledad, te revelas contra el mundo, o te defiendes del mundo, porque el mundo a veces no eres tú, son los otros; aquellos personajes de ficción que se unieron para copiar tu vida, por envidia; por alergia al arte, ese que tienes cuando hablas y sobre todo con el llanto, en la soledad de tu casa, entre tus paredes;  tus recuerdos y sonidos presos de la nostalgia de unos sueños que a veces se borran con tanta realidad.

La soledad no necesita de nadie ni tiene lágrimas. El llanto es puro, es perfume y color. La soledad no añora a nadie, ni tan siquiera ese beso furtivo que robaste antes de alejarte. La soledad no echa de menos, no tiene recuerdos imborrables; no necesita de gestos ni busca amantes. 

La soledad es un estado de gracia que te concedes, para amarte, para sentirte; para ser tú mismo.

Cuando la soledad se manifiesta con un llanto, es la belleza; es la brocha que algún día pintará el color de tu vida en el instante de ganarla, porque la perdiste en la multitud junto con aquellos que un día te vistieron de triunfador.

Yo amo en soledad. Me abre más horizontes que una habitación con vistas, porque su mirada se pierde en el universo de mis ojos, ese que está tan lejos que nadie jamás podrá alcanzar.

La soledad no se comparte pero si se vive en familia o con amigos, porque éstos no  roban tu soledad. Todo lo contrario, encienden la luz que apagaste cuando abriste la puerta de tu casa y te escondiste tras la cama, para hacer gritar el llanto, para hacerte ver que estaba contigo, que nunca te abandonó y que probablemente la olvidaste tras las luces de un flash herido.


Yo comparto tu deseo de vestir el viento con la belleza, de rebotar sonrisas entre ácidas palabras; pero tu soledad no es la mía, aunque conozco su llanto, porque ambas rechazan la indiferencia.




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