Dicen que todos
regresamos allá donde nos quieren. Dicen que quien nos quiere son hogar, que
reciben; que sus brazos siempre están abiertos para abrazar, para cobijar; para
tapar los agujeros de la vida.
DÍa de regreso,
de reencuentro con la palabra, con esas letras que han sustituido el amor en mi
vida para habla del amor de la vida, para ser un entre tu y yo con la pureza de
lo platónico, de eso que queda en lo ideal pero perfecto, sin matices y sin mas
que añadir que no sea la palabra amor con todas sus extensiones.
Regreso donde me
cuidan, donde estas tu que me lees y que a veces te gusta y otras no. Me
sientes, te transmito algo que no se ni lo que es pero nos acerca aunque
disfrutemos de gustos diferentes. Tal vez te parezco algo ñoño, blando frente a
la dureza de la existencia; es posible que no comulgues con la forma de sentir
la vida pero en todo caso las palabras crean un tu y yo. Una simbiosis difícil de
entender incluso en la lejanía, porque yo estoy a tu lado, estoy cerca porque
estar separados no es alejarnos siempre que tengamos un volver en la mochila de
los deseos; de esos sentimientos que se proyectan más allá de lo nuestro y más
cerca del amor que de la distancia.
Los volvemos son
para llevar, pero los te quiero para dar y manifestar siempre que te llegue al
corazón el deseo de acercarte con cada latido y no confundir nunca bostezo con
suspiro, porqué aunque la paciencia tenga límites, tu y yo somos para siempre.
El papel y la
letra son uno para el otro y así lo quise expresar en el regreso a casa, a tus
brazos en blanco con mi tinta gravada en el corazón de los sentimientos.
Volver siempre estuvo
en el bolsillo del fondo a la derecha; querer cerca de la salida, junto a esa
cremallera que nunca se cierra y que como los caramelos en la cabalgata de
Reyes se entregan por calles y esquinas, no tanto para provocar alegrías, pero
si tu sonrisa como la de esos niños, qué sin saber el motivo, luchan por ese
dulce de la ilusión, tal vez por el sueño de la noche que les espera. Como tú y
yo, una esperanza, un sueño cubierto de ilusión que cada noche me abraza cuando
cierro el balcón de los días y lo convierto en estrellas del corazón.
De regreso te
quiero, de vuelta te amo por los cuatro costados, tantos como por donde caen
los caramelos de los Reyes y tu sonrisa se refleja en el cristal de un día de
invierno, como el de hoy.
De regreso, te
quiero…
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