Tal vez debería llamar
las cosas por su nombre sin esconderme en las sombras de lo general. Tal vez lo
correcto sería llamar “te añoro” a lo que me hace añorar, a esa piel que echo
en falta, más que extrañar. Es diferente el sentimiento. Creo que se extraña
aquello que acaba de dejar huellas, lo mas cercano aunque difícil que regrese y
si lo hace no será la misma persona que se fue. Se añora lo que dejó huella. Fíjate
como lo digo, casi alargo las palabras al menos en mi entonación. Soy muy dado
a hablar mientras escribo y pienso que lo que hablo con emociones y entonación
se entenderá de igual forma, como sale de mi pecho o de los dedos sobre el
teclado. Y no es así, nunca podrás entender lo que para mí es en este momento
añorar. Es como una melancolía amarilla. Parece una tontería eso de la melancolía
amarilla; pero añoro de esa forma sobre todo, y de nuevo como tonto, por la Navidad
y sinceramente mientras aprieto estas teclas no pienso para nada en la Navidad,
solo escucho una canción; música de fondo con letra que me dice cosas, pero
sobre todo siento sentimientos.
Qué raro es eso
de sentir sentimientos. No lo creas, no es lo mismo sentir que tener. Me rio
por no llorar, pero hay mucha gente que tiene sentimientos pero no sabe lo que
siente, como hay gente que escucha a otro hablar en Ruso y no lo entiende, casi
nadie, pero hay ruido, es hablar. Hay sentimiento pero no se comprende lo que
significan o tal vez no queremos. Otra expresión importante, otra decisión: no
queremos. Cuántas veces hemos sentido cosas, tal vez el ejemplo más fácil sea
el amor, la ternura, el cariño; y no queremos escuchar los sentimientos, no
deseamos saber nada de eso que pasa, tal vez que no sabemos lo que pasa y por
ese temor a lo desconocido, a lo que pueda ser, lo negamos; rechazamos entender
y por ello tenemos sentimiento sin sentirlo. Difícil opción rechazar las
palabras del alma, del corazón y esas verdades que se hayan gravadas en la
piel. Complicado negarse a si mismo, dejar de mirarse al espejo y tan solo
hacerse una idea de que somos lo que queremos en lugar de lo que somos.
Complicada esta vida, en la que se llena de tiempo, y se va el tiempo, porque
hay mas tiempo que vida. Posiblemente la vida no sea mas que un cupo de tiempo,
un espacio matemático limitado entre un antes y un después.
Tal vez mi amor
tan solo pudo ser por un tiempo. La vida tiene un límite anterior a la muerte y
después del amor quede tiempo sin vida, ese periodo comprendido entre el amor y
el desamor. Tal vez se viva sin vida, porque sin amor no hay vida. Tal vez
todos seamos uno muertos andantes, después de que acabe el amor y posiblemente
volviendo al principio; todo esto sea la añoranza y ves que distinta es a la extrañeza. Ésta incluso puede mirarse
hacia atrás con una sonrisa, pero la añoranza, es un no volver hacia atrás ni
con la mirada; es la melancolía de la vida perdida, de la falta de esencia en
la respiración. En latidos anclados en las raíces sin hacer mas que empujar la
sangre sin sentir absolutamente en su paso por el corazón.
Ya ves amor,
tres folios en blanco juntando letras para llegar a esta triste conclusión, a
un motivo sin sentido mas que en el mío para poder comprender lo que siento al
margen de la Navidad, del Otoño o de estos malditos días de lluvia caídas sobre
tierras dormidas de vida. Parece que ya no hay nada en pie, tan solo restos de
ti y ese es mi toque para decir que añoro porque mi cuerpo vive y mi sangre
circula sin crear ningún sentimiento al paso por el corazón.
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