Cuantas veces
perdonamos y otras tantas nos perdonan. A veces no es necesario, no son hechos
de una gravedad importante como para precisar del perdón, en la mayoría de las
ocasiones sería suficiente con una disculpa menos cargada de valor moral. Y es
que el perdón no es solo un acto de reconciliación, es una necesidad del alma.
Perdonar para ser perdonado, pero más aún saber perdonar para poder
perdonarnos. Esa es la fuente fundamental de la palabra que es un sentimiento
de absolución, de culpa; de necesidad de redimir algún acto o comportamiento.
En Inglés al
igual que en Castellano existe esa doble acepción: “sorry” lo siento y “forgiveme”
perdóname. A veces no es suficiente con sentirlo, es necesario que aquel a
quien hemos ofendido haga una manifestación de voluntad, perdonar para ser
perdonado. Es como cuando ofreces la mano y precisas que otro la choque. Cuando
te acercas a unos labios en busca de otros labios.
Sentir el mal es
solo un acto propio e individual de dolor por la acción sin más, nos quedamos
con la herida y sus consecuencias, pero no buscamos la cura. Para que sane son
necesarias las manos del otro, o tal vez su corazón para que con un acto de
generosidad seamos perdonados.
Pero que ocurre
cuando no hay un tercero, cuando somos nosotros los que necesitamos el perdón propio,
el nuestro; ese sin el cual no podemos seguir viviendo. Perdonarnos es un acto doble, de solicitud tras reconocer el daño y
de reconciliación personal. No podemos vivir con la culpa, no es justo que
mientras otros no tengan problema para disculparnos, (palabra ésta que encierra
mas objetividad); otros nos sanan de culpas y sin embargo nosotros sigamos hurgando
en la herida, causando mas dolor y sobre todo extendiendo el mal tanto por el
alma como por el cuerpo.
A lo largo de
nuestra vida cometemos muchos errores, algunos mas grandes que otros; el fin
último es la felicidad que no la irresponsabilidad. Perdonarse no es un acto
fácil, muy al contrario, nos cuesta muchísimo; por eso mismo no es un acto
frívolo sino de máxima responsabilidad, de generosidad y sobre todo de
necesidad para poder seguir viviendo con ese objetivo que no es otro que la
felicidad.
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