A veces es muy
fácil confundir entre aceptar y conformarse. Aceptar es fruto de un
aprendizaje, de ese que tiene por único fin conseguir la felicidad, sin
enfrentarse a falsos gigantes ni a obstáculos que lo único que consiguen es
impedir que veamos nuestro destino, aquello que debe ser la realidad de un
sueño cumplido.
Ser espectador
no es ver los toros detrás de la barrera, tan solo es no ser ni toro ni torero.
Es mirar al mundo con una sonrisa y con
algo de sarcasmo. Evitar la primera línea por entender que la vida es tan solo
un instante y que no merecen las guerras de guerrillas basadas en algo tan
fugaz como la propia historia.
El espectador no
es un mirón, es aquel que observa y se enriquece con lo bueno y elimina todo lo
que no puede llevarle a la felicidad del momento, del instante preciso en el
que el presente se convierte en verbo conjugado más allá del infinito.
Espectador es ser protagonista de su propia vida sin interferencias en las de
otros ni ceder en la interrupción de la propia. El espectador ve la vida y la
analiza, la asimila y la transforma en su interior porque su fin último es la
razón de su existencia, de dar respuesta al porqué de su vida y darle rienda
suelta a los sueños cuando el amanecer aprieta y la luz se cuela entre las
rajas de una persiana que precisa de más de un arreglo.
Su riqueza se
fundamenta en ser la mayoría, esa que hoy en día llaman silenciosa, durmiente;
esas personas que no utilizan la pancarta como bandera, ni las banderas como
signo de identidad. Somos la mayoría, los que pagamos por ver el espectáculo y
sin embargo los que entran en la pista cobran de nuestro deseo por estar
presentes en eso que ellos llaman la vida comprometida.
Que equivocados
están y que cortos de mirada cuando no pueden ser evitados de la fotografía de
sus propios desechos. No entienden que no hay mas compromiso que el de la vida
y en definitiva honrarla con la felicidad y no con peleas absurdas para
reivindicar el origen de unas piedras o probar quien fue el primero en salir de
las trincheras.
Como decía al
principio, no es lo mismo aceptar que conformarse, la vida se toma como llega porque es más sabia
que cualquiera con cien carreras, distinto es no querer más de la vida y de su
existencia.
No es lo mismo
aceptar un beso que conformarse con un solo beso.
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