sábado, 20 de diciembre de 2014

LOS SÁBADOS (II)

LOS SÁBADOS (2)

Pérdida la mirada en el horizonte de la ciudad, siguiendo la estela de otros, que sin rumbo, algún destino pretenden alcanzar. El día es fresco, claro, brillante y soleado. Ese frescor que hiela las manos, las inmoviliza y te las lleva sin preguntar, al cobijo de algún bolsillo donde la templanza del cuerpo, las haga despertar. Sin mirar más que al suelo y a ese horizonte, me perturba un perfume, con aires de primavera, incluso de verano. Un tanto cítrico con matices de madera y algo de canela. Siempre me ha excitado un perfume, ha despertado mis sentidos y alterado los instintos. Es sexy para ser esta hora de la mañana, me ha llegado a cautivar de tal manera, que me ha sonrojado los carrillos de mi cara y despertado de mi letargo ha alimentado mi curiosidad. Levanto los párpados, con algo de lágrimas en su interior, miro al frente y tan solo veo tubos de escape vomitando un humo negro, que evidentemente no es el origen de ese olor. A  mi izquierda, gentes tapadas por bufandas y pañuelos esperan la llegada del autobús que les lleve a algún lugar de compras, el día lo pide, regalos y todo muy en familia. A mi derecha algo salvaje de colores fucsias, brillantes, ardientes como el rojo, perturbadores a la naranja. Ojos claros, labios excitantes con brillo posesivo de besos no entregados. Mejilla clara y un gorro blanco. Me mira, la trato de evitar y no puedo, todo mi cuerpo me lleva a ella, no pudo reprimir absorber todo lo que ese instante me pueda regalar, para llevarla, para no dejar de ella ni migas para las palomas. Pasa por mi lado, aspiro su perfume y me alimento de su mirada, fija, distinta, horizontal y permanente. Pasa, no la veo, me paro, me quedo inmóvil; no me atrevo a volverme. Soy consciente de que si me giro, ya no será una mirada inocente, será viciosa, con deseo, con hambre de carne. No puedo parar los latidos, el cosquilleo en el estómago. Es irreprimible, necesario, vital para mi vida, si, girarme, mirar, dar la vuelta, tomarla, besarla. Lo hago tembloroso, poco a poco, avergonzado por los pensamientos, pero lo hago, miro hacia atrás, pero ya no hay nadie, ni su estela, ni su mirada, ni su perfume, ni nada. Hay otros, que andan, se mueven, caminan, respiran, ríen, sollozan; como todos, como tantos, como ninguno.
Continuo mi camino, hacia mi destino, regresa mi mirada al horizonte, y allí se halla, detenida, frágil, convulsa, con sus labios brillantes, con muchos besos, con los míos, no de otros, los no dados, los guardados.

Abro los ojos, no fue un sueño, es mi sábado, tu día, el mío, el de tantos, escrito o por escribir, siempre lo mismo, pensando, reflexionando que eres uno, que no estás sólo, que lo estás cuando eras DOS.














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