El día se
despierta y me envuelvo de noche. No me lleves amanecer, no quiero ser cómplice
del sol y sus giros. Un giro más y celebramos aniversarios, años que pasan, sin
pensar que se cargan en la mochila, y pesa más, año tras año.
Curioso el ser
humano que celebra sus giros al sol, pero no los que cada día hace la luna
sobre nosotros. No valoramos su paso porque tal vez es efímero, son tan solo
veinte cuatro horas de nuestras vidas, bastante poco para quienes piensan que
mañana siempre llegará y será mejor, y todo se hace por ese mañana, al
amanecer, cuando de nuevo el sol de su cara sonriente, nos invite a acompañarlo
y a girar a su alrededor; mostrándose como la estrella, el centro de toda vida.
No pensamos en
los giros de la luna, ni tampoco en las torpes manecillas del reloj. Vuelta
tras vuelta sin valor, porque tal vez confundimos como los necios, precio con
valor; y lo despreciamos si su alma no es de metal brillante, sino tiene una
coraza intocable al paso de los tiempos, si es capaz de resistir la feroz
locura de un mundo dispuesto a impedir su tarea.
Nos disgusta la
llegada de la luna y aplaudimos un amanecer, la luz que brilla desde dentro y
no la que se da desde fuera, la que realmente recibe generosamente, y la
devuelve; esa luz ajena, prestada; impuesta o tal vez dada por encargo de algún
amanecer traicionado que nunca más quiso aparecer.
Yo me voy al
amanecer, no quiero ser cómplice del sol, no quiero saber de sus cuentas, del
paso de sus años, de su tiempo; del hechizo con el que atrae a las personas,
hacia sí mismo, porque es el centro; porque siembra el futuro.
No valoramos a
la luna porque tan solo gira sobre nosotros, porque es nuestra sirvienta, tan
solo es un astro de fama temporal, frente al sol que es su estrella, que su
éxito se extiende durante toda nuestra vida, porque contamos el tiempo estando
con él, sin que nos dé nada más que tiempo. Eso que es la vida, porque la vida
es tiempo, el que perdemos y a veces incluso lo matamos mientras gira la luna.
Yo me voy al
amanecer, dejo a la luna y tomo al sol entre mis brazos, para ver la vida con
luz propia, sin tapujos, sin
dependencias y con esperanzas, esas que se dan cada día cuando amanece y nos
vamos.
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