¿Cuánto tiempo hace
que besaste sus labios?, ¿cuantas veces la has besado desde que tiene otros
labios?; ¿y a mí me lo preguntas? Es irónico pensar las veces que pusiste tu
boca para besarla en su boca, y ahora que han pasado los años, lo haces en su
cara.
Te mojaba con la
suavidad de un algodón empapado en esencia de amor, te esperaba con los brazos
abiertos como su boca, para tu boca, para besarte; para satisfacer su deseo; y
ahora, es en su mejilla. Ya no quiere tu lengua, ni tu calor, ni que estés
dentro ni sentirte fuera, ahora tan solo eres un recuerdo cuando por suerte
quiere tapar los agujeros de su soledad. Y todo pasó sin darte cuenta, sin
pensar en mañana ni en la noche
siguiente. Todo se precipitó cuando la viste que era otra, que sus ojos de niña
ahora eran diferentes, que la mujer que llevaba dentro salió al ágora, ahí
donde la paseaste y la exhibiste como un gran trofeo, como tu conquista, como
el vencedor de ese torneo tan masculino, como es el del apareamiento, el de la
lucha por la hembra para convertirla en tu reina, en la dueña de tus sueños y
deseos.
Me preguntas a
mí que pasó, como si yo fuese un experto. Yo que fui vendido por unos puntos,
por la pausa del razonamiento, de la espera, de los tiempos que se piensan
serán mejores, esos de mañana y te das cuenta de que son canciones las que te
cantan, que no hay nada más cierto que el regalo que late entre tus brazos, la
vida en si misma pintada de carmín, de rosa fucsia; del color de su sangre
derramada cada vez, que siendo mujer, se hacía más mujer.
Y pasó el
tiempo, pausado entre comas y entre cortado con eso que llamamos puntos y
seguidos, como si nada pasara; como si tan solo por mirar hacia otro lado las
cosas se solucionaran. Y nada se resuelve por sí solo; todo necesita su cura,
todo hasta la herida más leve, la que sana en casa, sin presencias, sin
ausencias y sin despedidas.
Las heridas necesitan
aire, agua y a veces mar. Necesitan tiempo y tal vez con suerte un consejo, un
amigo responsable que no quiera hacer más sangre de la que emana de esa herida,
que tu no hiciste, pero que no se cura, que no puedes dejar para otro día en
una línea irrepetible de puntos, que a veces esos que tú le llamas suspensivos,
es el final, es como ese beso, que ya no va a tu boca, ni a la suya, va a su
amada mejilla que después de estos años es lo mejor que te puede dar.
Ya no eres lo
que eras, tal vez seas mejor y sepas hilar en un arco iris una línea de puntos,
como tus pasos, suspensivos, hasta el infinito de su mirada y puedas ver y
sentir de nuevo su boca junto a tu boca.
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