Era principios del mes de octubre, cuando el otoño ha entrado
empujando a un caluroso verano que aún inundaba con sus huellas cada rincón;
fue cuando me encontraba por primera vez sola. No sentía la soledad, empezaba a
apreciar que mis pasos por primera vez los daba sin ayuda alguna, me senté en
un banco frente a un edificio feo de ladrillo rojo, pero apreciaba que ahí, en
ese preciso instante mi futuro iba a empezar.
Cada día que pasa, cada instante que se espera, es parte del
futuro. A lo que me refiero, es a esos futuros que trascienden, que van a
condicionar gran parte de mi vida. La profesional especialmente, pero a partir
de éste momento voy a comenzar a fijar los pilares de lo que será mi vida
adulta. Una vida más responsable, la que me permitirá desarrollarme como
persona independiente, esa persona que tal vez algún día sea capaz de ofrecer a
mis padres una parte de lo que ellos ya me han dado. No creo que pueda aspirar
a metas tan altas, porque mí me lo han dado todo, han vaciado todo su ser en
ofrecerme lo que más se necesita, el bien más preciado, aquello que hace
innecesario todo lo demás y lo hace superficial; me han dado todo su amor, y yo
creo que hasta ahora les he correspondido bien. Me han cuidado, me han enseñado
a caminar por el mundo sin necesitar el apoyo de sus hombros, por eso, cuando
ellos me necesiten, me gustaría haber crecido tanto, tener las posibilidades de
pasar de ser cuidada a cuidarlos.
Sentada junto a mi bolso y una carpeta que mi padre me había
preparado con emoción, como si el mismo fuese a empezar de nuevo en la
universidad se había esmerado, pienso que más bien alterado, se sentía como un
niño que nunca dejo de ser al ver que su pequeña empezaba a caminar sin
necesitarlo, sin precisar de su ayuda, aunque estaba muy equivocado, siempre lo
querría y me dejaría empujar por él. Es su forma de ser, el eterno servidor,
para mí un hombre soñador que siempre le gustaba contar sus historias sobre lo
mal que iba el mundo, que algo gordo se avecinaba. Mi papi, porque así me gusta
llamarlo, estaba orgulloso de mi pero sentía como si algo en su vida iba a
cambiar radicalmente. Su niña se había hecho una mujer, ya lo era hace tiempo,
pero para él este salto que tanto había anhelado, por fin había llegado, no sin
sorpresa.
Mi madre como siempre, mucho más práctica y menos sensiblera que
mi padre, me había acompañado a la puerta de casa antes de salir, me dio un
beso y en su cara se apreciaba que ser madre había sido una experiencia que
había tenido que ejercer desde su difícil infancia. Yo sabía que estaba
emocionada, pero no lo mostraba. Ella era mucho más joven que mi padre y la
experiencia que yo iba a iniciar no hacía tanto tiempo que ella misma, pero en
circunstancias muy distintas, ya había vivido. La quiero mucho. Es como una
gota de inocencia y de locura, una persona curtida por la vida pero
tremendamente acogedora.
Los quiero por igual, no voy a contestar a esa pregunta de que a
quien quieres más a papa o a mama. Simplemente son diferentes. Mi padre es
capaz de abrazarte de besarte de reirse en público, porque no sabe y no le
gusta ocultar sus sentimientos. Mi madre en cambio más discreta, al parecer más
distante, pero con igual corazón guarda sus sentimientos para ella, para su
intimidad más secreta. Mi padre dice, que en cada instante, en cada momento de
la vida hay que demostrar y no callar el amor que se siente por los seres
queridos, pues lo mismo llega un día inesperado y no puedes expresar esos
sentimientos, y puede que ese día ya sea demasiado tarde y el arrepentimiento
nos amargue para siempre.
¿Y yo quien soy?, lo normal sería decir que una mezcla de los
dos. No lo sé, a veces tendemos a parecernos a la persona que más nos ha consentido,
en este caso sería a mi padre, yo también soy bastante débil de corazón,
romántica e idealista, aunque más racional, en menos dosis, evidentemente por
la influencia de mi madre. Físicamente me parezco mucho a ella. He sacado sus
rostro redondeado, aunque no tanto más alargado por las facciones de mi padre,
con mofletes carnosos, para comérselos, como diría mi padre, porque él está
enamorado de sus dos mujeres. Su pareja y su hijita a la que llamaron
Valeria porque al parecer ese era el nombre que originariamente iban haber
puesto a mi madre. Fue un empeño de mi padre, él totalmente loco por mi madre,
le resultaba imposible hacer ninguna cosa que no le recordara a ella en cada
segundo de su vida, así que a veces pienso que yo soy para él, una prolongación
mas de mi madre, pero no me importa, porque su corazón es tan grande y
generoso, que cabemos las dos ahí juntitas.
Falta casi una hora para que se inicie la primera clase,
yo ya estoy aquí esperando. Papi se ha empeñado en que me levantara pronto, que
llegar antes es mejor que retrasarse. La verdad es que en la vida no lo he
visto ser impuntual en ninguna cita ni en ningún evento. Bueno impuntual,
porque llega a todas partes media hora antes, como dice él: prefiero esperar a
que me esperen. Por eso estoy aquí sentada esperando y no sé si alguien me
espera. Es la primera vez que posiblemente nadie me espere, que pregunten por
mí, y sino, nadie va a llamar a casa diciendo que he faltado. Es una sensación
extraña, me han mimado tanto que me tiemblan las piernas, que siento un poco de
pánico, pero en fin pasará aunque todavía tenga casi una hora por delante.
Me parece extraño, estoy sola aquí sentada, no se ve a nadie. No
hay ningún estudiante que se acerque por aquí cuando generalmente esto esta
repleto de jóvenes con mochila, bicicletas, con libros yendo de un sitio a
otro. La verdad es que siento un poco de miedo. Son más de las siete y media de
la mañana y si las clases empiezan a las ocho, ¿cómo es posible este silencio?
Se acerca un hombre, parece que se dirige hacia mí. ¡Jolin!, ahora me voy a
arrepentir de que no me acompañara mi padre con la ilusión que le hacía. Me
contaba que cuando mi madre iba a la universidad muchas veces la traía y la
recogía por la tarde al salir, y que para él era como recordar aquellos
momentos vividos, cuando ellos llevaban poco tiempo juntos, la felicidad que le
invadía que mi madre aprobará la selectividad y fuera a la universidad, quería
volver a vivirlo; y yo con un aire de madurez y de independencia encogida, le dije
radicalmente que no, que ya no era una niña, pero ahora me gustaría tenerlo a
mi lado, sentando aquí junto a mí, porque ni mi padre ni mi madre nunca serán
algo vergonzoso, los quiero y si alguien comenta algo me da igual. Y este
hombre viene claramente hacia mí. Parece que lleva un uniforme, ¡ah! es un
seguridad, pero ¿porque vendrá?, se acerca, ésta a menos de diez metros, parece
que me va a hablar a decir algo, por Dios porque no pasa de mi ¿es que estoy
haciendo algo malo?,¡¡ joder!!! como si quiero pasar aqui el día entero. -¿qué
haces aquí tan pronto?- me preguntó, -¿pronto para qué?- contesté haciéndome la
sorprendida, -¿es hoy tu primer día de clase?-, yo pensaba contestar que coño
le importaba, pero no es mi fuerte la grosería más bien la educación, intentar
quedar bien con todo el mundo, eso lo he heredado de los dos, de mi padre y de
mi madre a ninguno se lo puedo reprochar, le conteste que sí, que estaba
esperando y que era mi primer día de clase. El idiota se echó a reir,
jajajajaja, le hubiera dado una patada en sus partes, pero yo no soy así, de
pensamiento sí, pero ante todo las buenas formas. ¡Ay papi !, como te echo de
menos. Después de varias carcajadas ese hombre de uniforme que le venía grande
tanto la camisa como los pantalones, ¡ vaya segurata!, me dijo que el primer
día las clases no empezaban hasta las diez. Ahora si que me acuerdo de ti papi,
y no para bien. También me dijo que a las ocho abrían una cafetería, que fuera
allí a esperar si me apetecía. Bueno al final fue amable, me indico lo de la
cafetería, la verdad ya tenía el culo cuadrado en ese banco y si hay que
esperar mejor tomando un café y fumándome un cigarrito, la siempre escusa de mi
madre "para fumar tengo que tomar algo" y yo en eso llevaba sus
genes, el gusto por el café, el té, las infusiones. La cerveza es cosa de papi.
Cuantas nos hemos bebido.
Bueno pues a esperar, solo queda un cuarto de hora para que
abran la cafetería, pero luego me quedan dos hasta que empiecen las clases. Que
le vamos a hacer, soy novata y tengo un padre muy pesado con la puntualidad.
Por cierto me toca el móvil, será alguna amiga, pero a estas horas. Mensaje, mi
padre: "¿cariño como te va?, ¿que como me va?, he llegado tres horas
antes, que como me va me pregunta, le contesto: "papi todo muy bien, he
aparcado bien el coche ya he encontrado mi clase y ahora no mandes mas mensajes
que voy a ponerlo en silencio. Bstss". Mentirosilla, pero que le iba a
decir que estaba sola sentada en un banco y que aqui no había nadie, que había
llegado tres horas antes, pues no pobre, lo mismo se presenta aqui. No, mejor
dejarlo tranquilo aunque es toda una utopía, hoy está más nervioso que yo.
La verdad es que todo ha sido un poco caótico desde que me
matriculé, todos querían decirme algo, consejos, elegir carrera, también todos
con su opinión, que si una mejor, que si otra. Cada uno con sus gustos y sus
ideas. Mi padre que la suya, mi madre otra, los amigos que si yo voy a una otra
a otra, que podríamos ir juntos. Al final estoy aqui sola, no he coincidido con
ninguno de mis amigos, no hay nadie que empiece el mismo día que yo, ni que
venga a la misma facultad, así que entre unos y otros me han liado y aquí estoy
no se cuantas horas antes de que empiecen las clases porque yo no veo a nadie.
Toda esa locura se me ha concentrado durante la noche, he tenido
pesadillas, me dormía, me despertaba, me levantaba a beber agua, y con tanta
historia tenía ganas de llegar, pero bueno, una cosa son las ganas y otra estar
haciendo el indio aqui sentada. Mi padre se ha levantado incluso antes que yo,
me ha hecho el desayuno, y yo estaba para vomitar. Pobrecito lo he dejado con
todo preparado sin probar bocado. Yo se que él quería hacer una cosa que ha
hecho desde que nací, darme un beso antes de salir de casa. Desde que tengo uso
de razón, o sea, desde el primer día, y no lo digo por lo de la razón que lo
mismo todavía no la tengo, pero conociéndolo lo sé; me ha dado un beso antes de
ir a trabajar, o cuando me llevaba a la guardería o al colegio, siempre estuvo
ese beso, y yo no era la única afortunada. Mi madre me cuenta que desde el
primer día que estuvieron juntos, siempre le dio un beso por la mañana antes de
salir de casa, y por supuesto por la noche antes de dormir. Mi madre hoy
también se levantó para darme otro beso, la pobre no era persona estaba con sus
ojitos achinados medio dormida, pero me ha dado una gran beso, porque los suyos
aunque menos sonoros que los de mi padre, que a veces parecen todo un disparo
de ametralladora que me deja los carrillos de la cara todo marcados; los de mi
madre son suaves, delicados, tiernos muy de sentimientos reprimidos, como
tímidos pero con gran fuerza espiritual.
Pero seré tonta, Dios, ¡si me estoy poniendo a llorar!, por
favor, el rimen, el maquillaje. ¿pero que me pasa a mi hoy?, ¿es que va a pasar
por mi cabeza toda mi vida?, ¿como los que están a punto de morir?, necesito
ocupar la mente en otras cosas, y todavía quedan dos horas. Joder se me están
cayendo unos lagrimones, ¡Valeria tranquilízate!, que no pasa nada. Pero
¿porque los estoy echando hoy tanto de menos?, ¿si tan solo es un cambio en la
vida? Los cambios me afectan, y mucho. Cada paso que he dado en la vida, y eso
que no acabo más que empezar como dice mi papi aunque ya con dieciocho años,
pero en fin, según él ahora es cuando empiezo a caminar, este cambio me estresa
y deprime mucho porque los veo mayores y los quiero tanto que me gustaría que
el mundo se quedara parado, pero no, cada día un día menos.¡ Uff!, estoy fatal.
Hoy empiezo a caminar y lo hago melancólica, nostálgica y llorando.¡¡ Ah!!, las
luces de la cafetería, ya han puesto la terraza, me voy para allá, a ver si me
despejo la cabeza un poco. Tengo las piernas como entumecidas del tiempo que
llevo sentada en ese banco. Hoy empiezan mis primeros pasos, y casi no puedo ni
andar.
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