25 de enero de
2018
“Como un pájaro
al volar, eso es lo que siento yo al cantar laralara, al cantar laralara…..” Algo
así suena en los últimos días por todos los rincones de la academia de las ilusiones,
donde los chicos que quedan se siente con el poder de ser los elegidos y el
atrevimiento de ser los autores de su propia existencia. Sin embargo, tal embriaguez
de soberbia como nos ocurre a todos cuando pensamos que somos más de lo que en
realidad nos merecemos, choca de inmediato con la verdad y las normas de
aquellos que nos enseñan. Los padres y los maestros no se inventaron para
adoctrinar, su finalidad es llevarnos de la mano de esa montaña del vértigo próxima
a las vanidades, a la tierra mas plana posible, donde las piedras tan solo son
un adorno más de un camino que aún no ha llegado a su meta.
La juventud y
las ganas todo lo superan, incluso la pérdida de compañeros. Una vez se sale
del circulo de la complicidad, donde todo lo que se dice se conjuga en la
primera persona del plural; se echa de menos pero no se le tiene en falta. Se
extraña pero no se condicionan las fuerzas para seguir con la ilusión diaria de
ser ellos los que están y no los otros, porque aunque el amor sea la causa de
todas sus relaciones, al fin y a la postre esa complicidad solo existe mientras
su razón permanezca.
Es todo tan
humano que está fotografía refleja plenamente al círculo de los elegidos, donde
ya es difícil que pueda entrar aquel que quedó minutos antes en la cuneta. La
selección no puede ser mas natural ni mas lógica, porque la ilusión tan solo
puede compartirse con aquellos que están ilusionados y mientras tanto en la
academia suenan cosas así como: “ Siento que bailo por primera vez, eres el
arte que endulce la piel…”
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