sábado, 20 de enero de 2018

MIS TRIUNFITOS

A penas pasa de las once de la noche y cómo cada día desde hace unos meses, la academia apaga sus luces y los chicos se dejan descansar de tanto sueño realizado, cerrando sus ojos vuelven a volar para imaginar que será de su mañana, como cantarán esa canción imposible y si esa semana será su última o tal vez lleguen a una final casi imposible de alcanzar, como esas notas musicales que un día su profesora les ayudo a cantar.

Aislados del mundo, no conocen otro que esas paredes de acordes, el del humeante olor de la comida que la poesía adereza con versos llenos de amor, como el que rebosan sus corazones de adolescentes venidos a mayores de edad de una forma precipitada. Mientras tanto miles de personas les observan, algunos critican tanta sintonía y otro sin embargo nos colamos en la boca de sus fantasías con el corazón tan abierto que los adoptamos como lo que sea. Algunos ven a sus hijos que nunca llegaron a tener e imaginan que hubieran sentido si así se fuera, otros como amigos, hermanos o no se bien que parentesco poner porque en si son fruto de la imaginación de cada uno de sus mirones, que durante algunas horas del día abandonan sus vidas para sentirse o maestros o alumnos.

A nadie que se adentre en sus días les resultarán indiferentes porque no se muy bien si por elección o porque así es una generación, son un grupo de chicos y de chicas que sin duda se alegran por sus victorias, se emocionan mas aún por las de sus compañeros de vida, esa que a veces les agobia pero que en la mayoría de las ocasiones tan solo reflejan el vértigo de esa mayoría de edad triunfante acelerada por la fuerza de los  medios de comunicación de la sociedad actual. Son chicos sanos, sin prejuicios, sin ambiciones desmedidas que no sean las de su propia superación; siempre sin machacar al compañero, sin competitividad insana, alegrándose de sus alegrías y llorando con lágrimas de amor los fracasos que antes o después a todos llegan. Salir de la academia se ha convertido en una tragedia personal y colectiva, donde el abrazo en la despedida bajo el paraguas de su propia canción, es uno de esos dramas que no permiten alcanzar a la comedia divertida que alguno de ellos nos cantó.

Tanto amor de compañeros, de amigos; que la separación tan solo la ven como algo tan temporal como sus ganas de volver a estar juntos en cualquier parte del mundo donde les lleven sus sueños hechos realidad.

Y yo que los veo, los admiro; comulgo con esos valores de amor y fraternidad; también como otros tantos soy preso del llanto y las lágrimas cuando cometen un error, cuando alguien los critica o simplemente tienen que abandonar porque al final no es más que un concurso como la vida misma, donde las alegrías se mezclan con los fracasos como si fuesen parte de la misma familia. A pesar de todo, yo los quiero y siento todas y cada una de sus emociones como propias e imagino como estarán esos padres, familiares y amigos de orgullosos junto con sus profesores, de haber regalado a este mundo personas tan grandes y maravillosas.

Triste de que pronto acabe como todo en la vida; pero la vida misma tiene su tiempo y como no, un concurso de televisión.


(Escrito mientras escuchaba Heaven, de mi triunfador Roi Méndez, OT 2017, Gracias por tanto)






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