Ya veo a mi Valeria, sentada en su pupitre abriendo esa carpeta
que le preparé con la ilusión de un padre que contempla a su hija como su vida
empieza a amanecer. Que se hace mayor, y que uno de los más grandes pasos
de la vida se inician para recorrer un largo camino. Ese estrecho espacio que
existe en la vida, que debemos cruzar tratando que las caídas sean las menos
posibles.
Te miro y observo mi amor, mi niña, mi todo, lo más grande que he
creado en el mundo, mi mayor obra, el fruto del amor. Y te veo en un rincón,
como a ti te gusta cuando empiezas a dar nuevos rumbos en tu vida. Siempre te
ha gustado pasar desapercibida, enroscarte entre tus brazos, sujetar tu cuerpo
para que no se te escape el alma. Ese alma blanca y pura que tienes, pero que
se filtra por un pequeño hueco de tu mirada.
Mi amor, mi vida. Te siento en la distancia, como si estuviera ahí
junto a ti, acurrucado a tu lado, siempre cerca y vigilante para evitar que
cualquier sufrimiento invada ese enorme corazón que late en tu pecho.
Valeria, mi niña, sigo cada noche dándote un beso antes de dormir,
al despertar y en cualquier momento que te acercas a mí. Te tengo en mi
mente durante cada segundo del día. Así con tu carita dulce, con mirada
baja pero con esos ojos desafiantes y auténticos. Con tu melena, que apenas
deja ver tu rostro, y que despejas, cuando solo tú decides, cuando quieres
darte en cuerpo y alma dejando ver tu bondad, tu sensibilidad, pero también a
esa persona fuerte, segura de si misma y orgullosa de lo que es y de lo que
siente.
Mi niña de labios frondosos, carnosos, exuberantes, que invitan a
besar y a ser besados. Mi amor, hoy ahí, sola, como en tantas ocasiones, pero
firme, con tus fuertes convicciones, con la consciencia de que la soledad
sonora, no es una soledad encontrada, sino una soledad buscada llena de
armonía, de paz y de libertad.
Valeria, hija mía. Esta mañana cuando saliste de casa, tempranito
como sabes que me gusta, te di un fuerte beso y me lo correspondiste. No quería
dejarte marchar, deseaba estar contigo. Como tampoco lo quise aquel día en el
jardín de infancia, donde te sentiste traicionada y abandonada. Quiero que
sepas que yo tal vez sufrí mucho mas que tú, porque tan solo alejarme de ti
unos metros, no tenerte a mi lado, ya es sufrimiento.
Mi amorcito, como me conoces, como sabes lo que me gustan las
celebraciones. Como no puede ser así cariño. Como quieres que no celebre cuando
llegaste a mi vida, cuando te salió tu primer diente, cuando dijiste papa, en
tu primer día de colegio donde al salir te encontraste en la puerta con todos
aquellos que pensabas que te habían abandonado. Tu primera menstruación,
también es de celebrar, te hiciste mujer, mi mujercita. Cuando te dieron tu
primer beso, que yo con los míos quería limpiarlos de tus labios, porque soy un
padre celoso y siempre me amarga el miedo de perderte y como no voy a celebrar
tu primer día de universidad, mi niña puesta de largo, eligiendo su camino un
poquito empujada por mí.
Mi preciosa niña con la que tantos momentos he pasado. Con la que
me ha llenado por completo esta vida, la que ha tintado de color un fondo de
grises, la que ha dado tanta felicidad, por ser como eres, por vivir con el
corazón en la mano, con sentimientos dispuestos a entregarlos con todas tus
fuerzas, sin dejar la mas mínima esencia sin regalar por tu generosidad
desmedida.
Mi princesa Valeria, no te importe lo que nadie piense de ti, que
no te preocupe parecer una mujer débil, sensible, tímida, introvertida. Tu papi
sabe que no, que eres fuerte, que sabes caminar sin apoyarte, en ese camino tan
difícil que es la vida, pero que con tu bandera pintada de rosa, podrás vencer
los obstáculos que seguro encontrarás y de los que ya tienes alguna experiencia.
Ahora que empiezas a caminar por ti sola, no puedo dejar de
recordar aquellos momentos tan dichosos, cuando jugábamos en el parque, cuanto
te subías a los columpios. Esos sábados que te despertabas antes que yo porque
te gustaba venir conmigo al hiper a hacer la compra, y te sentaba en el
carrito, y los dos hacíamos que algo que a la mayoría de la gente le molesta,
le aburre, fueran momentos de diversión y de plenitud. Recuerdo cuando te
cambiaba tus pañales de niña, cuando paseábamos por las calles en tu carrito o
con la mochila sobre mis hombros. Mirabas de vez en cuando hacia detrás para
comprobar que seguía ahí, que era yo quien lo empujaba, que no te perdía de
vista.
Recuerdo mi amor, cada día que te dejaba en el colegio, en todos
me sentía que no quería huir y dejarte, llevarte conmigo. Por eso los fines
de semana eran tan intensos, juntos como a ti te gusta decir, disfrutando de
cada instante. Y en esas vacaciones, que aunque a veces mal planeadas por mi
locura de la puntualidad, se hacían eternas, pero llenas de belleza y de amor,
porque todo da igual, como dices Valeria, porque estábamos juntos.
Después cuando te hiciste mayor. Entrabas y salías tu solita, y me
gustaba, porque empezabas a ser independiente, a decidir por ti misma, a
empezar a usar la vida. Si usarla, porque la vida sino se usa, se utiliza, y la
vida es para vivirla como tu elijas, como tú la quieras usar sin que nadie te
utilice.
También recuerdo Valeria, aquel día que te rompieron el corazón,
que te destrozaron el alma y nada podía hacer yo más que abrazarte, arrancarte
ese sufrimiento y quedármelo yo, porque siempre he puesto y pondré mi vida
sobre la tuya, y no puedo, no soy capaz de verte sufrir, y no se que hubiera hecho
con ese mal nacido que te abandonó, que te traicionó cuanto tu se lo habías
dado todo. Le habías dato tu corazón y abierto toda tu alma, con esa
generosidad sentimental que te hacer ser Valeria, mi amor, mi vida, hija mía.
Desgraciado será quien te lastime, quien te haga daño, porque no hay más dolor
que el abandono, el desprecio, el castigo inesperado, como el que tu sufriste,
y me sentí impotente, incapaz de hacer nada más que lo que sé. Abrazarte, darte
todo mi apoyo, porque siempre me tendrás, como yo siempre te tengo en mi
memoria
.
Mi niña, mi amor, mi sueño mas querido, cogido a tu mano,
sintiendo cada paso de tu corazón por tus venas, paseando por una calle, un
parque, o simplemente jugando en casa sobre los sofás naranjas, encima de mi,
tu papi querido que aspiraba cada milímetro de la esencia de esos momentos
vividos, con el más bello fruto que jamás haya creado.
Así es mi querida Valeria. Cuánta razón tienes cuando
hablabas de la cantidad de casualidades que tuvieron que darse para que llegaras
a este mundo, aunque como tú dices, tu alma ya vivía antes que tu existencia.
Tantas circunstancias encadenadas con fortaleza una a una, tuvieron que
sucederse, para que Valeria mi amor llegaras a este mundo, trayendo armonía,
haciendo de mi vida, una realidad sonora, como una romántica canción francesa
de los sesenta.
Cariño, se me nubla la vista, la cara se me enjuaga de lágrimas al
pensar que cualquiera de esos eslabones que fueron precisos para que tu
existieras, se hubiera perdido por el camino, y no te tuviera, aquí tan cerca,
tan amada, mi Valeria.
Tus risas, tus llantos, tu forma de hablar precisa con cuidado y
meditando cada palabra, pero tan espontanea cuando quieres sacar tus
sentimientos.
Dicen que el amor a un hijo es el único que nunca tiene fin, que
perdura toda la vida. El mío hacia ti, no solo no tiene fin, sino que será
eterno, trascenderá a la vida y a la muerte. Algún día se convertirá en una
nebulosa, flotará en el espacio entre las estrellas, porque es infinito como el
universo.
Así te veía cuando empezaste a crecer, cuando tomaste tu
estilo propio, tan genuino, tan de Valeria. Con esas camisetas un poco grandes
para tu cuerpo delgado y tus vaqueros, cualquier prenda te sirve, porque eres
bella, por dentro y por fuera, porque eres guapa, la más guapa mujer que camina
por la Tierra. Eres la chica de los vaqueros, los inventaron pensando en tí, y
esas deportivas o esas sandalias de madera haciendo que cada paso tuyo se sintiera
como te agarras al suelo con firmeza. Desde que tomaste estilo propio,
siempre has vivido con naturalidad, como te enseñamos, y lo aprendiste, y has
vestido de esa forma, espontanea, libre sin prejuicios un poco gipilondia, la
Jane Birkin del Siglo XXI. Lo recuerdas mi vida, como te lo decía cuando te
ponía alguna de sus canciones, que aunque no entendíamos sus letras, a los dos
nos gustaban, nos atraían, porqué si algo has sacado de mí, ha sido el
romanticismo, el amor idealista, la platónica visión del mundo, entender la
vida como un sueño bronceado por el amor.
Cuantos eslabones se tuvieron que unir, que encontrar casi por
casualidad, para que tu llegaras al mundo. Cuantas circunstancias
inimaginables tuvieron que coincidir para que tu madre y yo nos
conociéramos, para que enlazando eslabón tras eslabón nacieras fruto de esa
unión. Cuantas cosas impensables tuvieron que suceder para crear ese círculo
mágico que creó tu vida.
Valeria, hija mía, también tienes que saber otra cosa. Tanta
fuerza de la naturaleza, todas esas circunstancias que parecen fruto del puro
azar. Tanta energía cósmica empleada para unir eslabón tras eslabón y crear esa
cadena, a pesar de su aparente fortaleza, en cualquier momento, en cualquier
instante, sin esperarlo, sin desearlo; es frágil, y con un simple girón
maldito de la vida, se rompe, aunque sea por un agujerito fino que poco a poco
se va limando, se destruye, la unión se rompe, y la magia desaparece. Sin
quererlo, sin esperarlo, a traición; se rompe vida mía, y lo que parecía la
unión más solida jamás conseguida, desaparece entre la nada, soltándose esa
cadena, que se unía, eslabón tras eslabón.
Como olvidarlo vida mía. Tu sufriste esa ruptura, cuando te llegó
inesperada, por la espalda, como una puñalada trapera. Cuanto sufriste y cuanto
te cambió. Sabes que lo sufrí contigo, y como tú, no me he recuperado, tampoco
seré el mismo. Mi alma se dobló por mil partes, crujiendo en cada doblez como
un ladrido de dolor, que dificilmente me permitía mantenerme en píe. Porqué tu
dolor es mi dolor multiplicado por tres. Cada lágrima que se desprendía
de tus ojos, cada suspiro que emanaba de lo mas profundo de tu cuerpo, me
golpeaba y golpeaba dejándome sin aliento. Vida mía, se rompió tu cadena, los
eslabones que la magia del amor habían unido. Te sentiste perdida, uno y otro
día; y esa herida que no tiene cura, la llevas contigo, por eso ya no eres la
misma. Podrá cicatrizar pero la marca dejada queda de por vida. Tampoco soy el
mismo. Ahora somos nosotros los que necesitamos esos empujones para que de vez
en cuando, sin poner voluntad alguna, se nos pueda arrancar una sonrisa. Esa
tristeza que solo se siente cuando llora el alma, es una condena perpetua, que
yo hija mía, nunca hubiera querido que tuvieras que experimentar.
Cuando se rompe ese maldito eslabón y tira por tierra toda la
cadena. Esa soledad no deseada te cubre todo por completo. No puedes ni
caminar, te falta el apoyo. No sabes donde ir ni donde mirar, porqué antes toda
era fácil, mirabas con otros ojos. Cuando se pierde ese eslabón, no encuentras
el norte ni el sur, ni el este y el oeste; la brújala que te orientaba en la
vida se ha perdido; como tu y yo mi amor, mi niña, mi Valeria; perdidos en el
espacio, sin rumbo. Ya nada tiene el mismo sabor, los colores son oscuros, los
olores primaverales desaparecen y la música pierde su armonía. Es la nada vida
mía. Ya no tiene sentido, respirar, escuchar, oler; vivir.
Aunque te parezca muy triste Valeria, hija mía; no lo es. Tu has
sido afortunada, has vivido el amor con toda su plenitud. Has tenido la
oportunidad de entregarte en cuerpo y alma. Eso es alegría, has usado tu vida;
tu vida soñada bronceada por el amor, y debes saber que no todas las personas
han tenido esa fortuna, esa suerte de experimentar la unión de esa cadena, el
encaje de las almas gemelas, de encontrar a tu media naranja. Es felicidad
aunque no te lo parezca, porque es dificil de encontrar, y aunque no hay otra
que pueda encajar, te quedan tus vivencias, tus recuerdos; y esa es tu riqueza,
porque son tuyos y de nadie mas.
Ya no somos los mismos. Seguimos por la vida y nos movemos por
pura inercia, impulsados por el rebufo, porque todo no se acaba, aunque sea
mucho lo perdido, lo más preciado, nuestro mayor tesoro, hay que seguir
respirando y caminando apoyándonos en los recuerdos, en la nostalgia, que no es
tristeza; es un estado de plenitud y de felicidad. La riqueza de las personas,
está en sus recuerdos, en los momentos vividos.
Hija mía, nunca sabes cuándo se perderá ese eslabón, nunca estamos
preparados para la pérdida, para el fracaso y menos aun cuando intentamos como
podemos, aún a riesgo de no conseguirlo, tenerlos engrasados día a día.
Intentar que cada momento sea especial, porque la fortuna del amor debe regarse
a diario, debe mimarse para que cada día siga creciendo aunque a veces pensamos
que las cartas cuando están sobre la mesa están presas, y eso no es verdad.
Hoy , después de recordar y repasar tus vivencias, pienso en el
futuro, que será de tu vida, hasta donde llegarás, aunque al final sé que
tú has llegado muy lejos. Lo más
importante en la vida, es lo que eres como persona. Los éxitos profesionales o
económicos no son más que fugaces haces que deslumbran durante un corto espacio
de tiempo y luego desaparecen sin más. Ser persona, y ser buena persona es el
gran triunfo, y tu eso ya lo has conseguido. Recuerda las palabras de tu padre
que tantas veces te ha repetido: "no es malo ser bueno". Si esa
mochila que en definitiva es la vida, y que vamos llenando con cada paso que
damos, introduces bondad, simpatía, amistad, amor, sinceridad, respeto;
triunfas. Esas son las personas que deberían ser la portada de las revistas y
de los periódicos, las que tendrían que aparecer en algún capítulo de un libro
de historia. No es así, esas personas, salvo excepciones, pasan desapercibidas,
no se habla de ellas, no son objeto de ninguna portada. Y tu eres así, mi
querida hija. Una mujer discreta, amiga de tus amigas, generosas con quien se
lo merece, y el gran amor de mi vida.
Parece que te estoy dando otro discurso. Recuerdas Valeria, esas
noches que antes de dormir te metías en la cama, allí los tres juntitos, y os
gustaba que os hablara de algún tema, y cuando me interrumpíais, yo os decía:
-callaros es mi discurso- y las dos calladitas con los ojos bien abiertos
escuchabais cualquier historia que me inventaba, y poco a poco, vuestros
parpados se iban haciendo más pesados y terminabais dormidas profundamente; y
yo os miraba y os daba el beso de buenas noches.
Todavía, ahora que ya eres toda una mujer, y te miro en un
retrato, me sigues pidiendo que te cuente alguna historia, y te pegas a mi y me
miras sin pestañear, pero tus ojos no son los mismos, han cambiado, no es que
sean más tristes, es que la vida te ha dado un golpe difícil de recuperar, pero
estas ahí, y seguirás tu camino intentando esquivar cada bache que en la vida
te encuentres, y no se si te habrás hecho más fuerte, no lo creo, pero podrás
contarlo como yo lo estoy haciendo, y lo vivirás con una bonita sonrisa en tus
labios frondosos siempre dispuestos a besar.
Yo, hija mía, miro ese marco y no me despego de tu mirada
penetrante. Esa mirada que parece que lo ve y lo siente todo, y llevo tu foto
en mi cartera siempre ahí guardada cerquita de mi corazón, para verte en cada
momento, mirar tu cara fruto de un amor, que es su camino perdió uno de
sus eslabones.
Calló a la tierra, no sé si oxidado por el tiempo, por no haber
sido bien cuidado o porque alguien lo cortó. Pero ese eslabón del milagro de la
vida se perdió y con él toda la cadena. Esa cadena de milagrosas casualidades
que poco a poco fueron formando ese círculo donde yo te esperaba.
Valeria, soy feliz, por tenerte en mi pensamiento y en mi corazón.
Por seguir dándote un beso al amanecer y antes de dormir, por llevar tu foto en
mi cartera. Con la pérdida de ese eslabón, tú que ya tenías nombre antes de
nacer te quedaste en el camino, sin poder completar esa cadena, y yo aunque
estoy aquí pensando en ti, también me quede roto en el suelo, esperando
impaciente tu llegada. Tú que ya existías con tu alma, por la
pérdida de ese eslabón nunca llegaste a nacer. Pero estas viva, porque yo te
tengo siempre presente y porque te amo. Te amo mucho Valeria, y serás
feliz, porqué naciste en el cielo entre temblorosas alas de ángeles que ríen.
Un beso Valeria, hija mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario