Pensando en que
recuerdos guardar de esta semana que ya
no es nada más que horas, me había propuesto hablar del corazón, mas como órgano
o víscera vital para la vida que como símbolo amoroso. Hubiera sido una opción
cómoda, normal y de esas que hablan de confort. Bendita palabra tan presente últimamente,
porque también hay moda para las palabras. Pero ese mismo miércoles tras el
martes de electros y cardios algo paso en mi que me ha hecho cambiar. Una nueva
temporada de un clásico programa de talents en televisión y todo cambió. No
solo han sido las canciones, lo fueron sobre
todo las personas; de esas que llaman jóvenes los mayores para distinguirlas
por su inferioridad en la madurez o más bien en la putrefacción del adulto.
Desde que mi
corazón falló y tuvo que renovarse, me hice joven; renuncié a los manjares cómodos
de lo maduro, a eso que llaman la vida hecha, de las que se conciben como
padres, hijos y algún que otro espíritu muy poco santo. Me convertí en
militante de las manzanas verdes, de la plantas y amigo de los animales que
como yo también tienen derecho a su vida de jóvenes irresponsables, o mejor
dicho, de responsabilidad inteligente. Yo siempre seré hijo por convicción y
por realidad alumno de por vida sin aspiraciones a dar mas clase que lo que la
vida me empuje a vivir sin mas ropa que la que pueda cubrir un abrazo.
Miro a esos jóvenes
sin prejuicios morales, históricos; sin resentimientos, sin miradas atrás; con
sonrisas, complicidad y verdades sin pliegues y rostros sin filtros antes de su
colgada al Instagram. Esos jóvenes que forman una generación espectacular, unos
chicos de ventitantos que no se comen el mundo porque el mundo es suyo, y sobre
todo, porque el mundo es la vida y esta para disfrutarlo y conservarlo. Son
personas que no usan esas frases hechas como son lo de ser de provecho de no sé
que vida y que su formación es algo de ellos y no para conseguir nada más que
la felicidad.
Son mucho
mejores, porque son respetuosos con su entorno, porque la ecología y el respeto
por la vida de todos los seres es su primera lección a esos mayores que son
papas, mamas; maestros y maestras que dando sus lecciones de moral y de sus
vidas, han convertido el mundo en una gran bolsa de plástico destinada a sus
vómitos de tantas copas de vino que han pasado y pasarán por sus gargantas, excusándose
en eso de que el vino es cosa de dioses y arte de milagros contemporáneos.
Unas personas
arrogantes, elegantes y descarados que militan en el feminismo sin tapujos y sin
vergüenzas. Jóvenes que al cantar gritan eso de poner el “coño en sus bocas”
como símbolo de esa revolución que será feminista o no lo será.
La esperanza de
un mundo donde sea igual de donde se sea, con tal de unir las manos en un gran
abrazo, en el que no solo seamos iguales, sino que los valores tan marginados
hasta ahora como los de la mujer, incluso en el vocabulario; prevalezcan porque
ya les toca, porque es necesario y porque aunque algunos no cantaremos, si nos
sentiremos en un mundo donde la violencia, la fuerza, la competitividad, la
virilidad y las vellosidades dérmicas no sean los valores que dominen las
relaciones entre seres, que nacieron para hacerse el amor sin ningún pudor.
Entonces sonó esa canción: "This is me" y dije, ese joven soy yo...
Entonces sonó esa canción: "This is me" y dije, ese joven soy yo...
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