domingo, 18 de septiembre de 2016

CONOCERSE



Tantos fueron los detalles que les llevaron a un pequeño bar a las afueras de la ciudad. Se habían contado sus vidas, sus historias repetidas una y otra vez por aquel chat donde se citaron por primera vez. No solo eran sus caminos los que habían narrado una y otra vez, también sus cuerpos los habían recorrido, cada centímetro de su piel y los labios con aquellos besos con los que se despedían al amanecer.

Un día tras otro con la necesidad de encontrarse, de saber el uno del otro hasta que llegó ese día, una cita, un bar y una copa mal tirada por no saber ni que beber. Era tan solo una excusa, una necesidad de rozar sus cabellos y de cruzar sus miradas. Tantas veces innecesaria porque el amor les choco por el deseo de encontrarse, por la torpeza humana de llegar más lejos de lo que el destino les había preparado. Alteraron las leyes de la naturaleza, los kilómetros los achicaron tras cada una de las palabras y esas frases con las que se desnudaban el alma. Sus instintos les llevaron a aquella cita mordida por el deseo de poseer, de sentir con el tacto todas aquellas imágenes repetidas cuando llegaban al éxtasis más rabioso, y posiblemente, a finales a los que jamás podrían retroceder.

Él fue el primero en llegar, ella tan solo unos minutos más, y el encuentro, se conocieron a primera vista a pesar de la gente que llenaba aquel bar, se sabían el uno del otro, se sentían sin verse por el flujo de palabras, por la fuerza de la atracción; por el poder del amor escondido entre fuerzas del cuerpo oculto en dos corazones que latían más allá de lo humano reventando con cada impulso, el frágil pecho que los protegía.

Se cruzaron, se miraron; se besaron con locura, arrasando las ropas, encogiendo los cuerpos hasta más allá de la cordura. Sin pudor alguno, ante tantas miradas que les observaban. No les importo comer de cada uno, beber de sus labios; aspirar hasta el último de los suspiros con los que difícilmente respiraban.

Querían conocer aquello de lo que hablaban una y otra vez por aquel chat del que nunca debieron salir, porque una vez que la pasión se perdió en los sorbos breves de sus copas, llenaron sus miradas de lágrimas y jamás se volvieron a ver.


Dicen que las palabras nunca pueden sustituir la química, ni ésta puede darles ese amor que tanto necesitaban y que nunca encontraron fuera de ese pequeño lugar, donde en realidad se llegaron a conocer.


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