viernes, 1 de marzo de 2013

LA ENTREGA EL PASO TRAS LA RECONCILIACIÓN

Dicen que conservar algo que pueda ayudarnos a recordar, sería como admitir que se puede olvidar. Hablamos hace unos días de la reconciliación y después de ella se produce la entrega, no creo que conservar implique poder olvidar. Cuando tras la reconciliación intentamos olvidar ese momento de desencuentro, de sometimiento a la tiranía de nuestro propio yo, se olvida y aunque sea así, no se trata de recordar el suceso. Lo siguiente es eliminar por completo nuestro mas intimo yo personal y darnos completamente a la persona que instantes antes, la convertimos en nuestro mayor enemigo, en el objeto de la ira y de las pasiones más bajas. Es un sentimiento que confunde, que parece nacer del amor con una necesidad de hacer daño de causar dolo. El amor es un acto tan extremadamente generoso que ayuda a que surjan esos sentimientos, no es un daño que hacemos a la persona amada, es un ataque a nosotros mismos, la revelación del yo frente a la entrega. Hacemos daño a quien más queremos, es solo una tapadera, el daño nos lo queremos hacer a nosotros y tras esa guerra personal, surge el efecto contrario, la entrega más absoluta, exhaustos, sin aliento, sin la más mínima fuerza con la voluntad por los suelos, caemos en sus brazos y el otro en los nuestros, es una caída recíproca por donde el amor triunfa porque se da todo, se elimina el rencor personal y se precisa el calor de unos brazos y la humedad de unos labios para volver a encontrarnos, no con la persona amada sino con nosotros mismos. Después de la reconciliación surge la entrega y esta no es más que nuestra propia declaración de paz más íntima, la personal, la necesidad de perdonarnos a nosotros mismos.
 
 

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