viernes, 20 de enero de 2012

LA PRIMERA IMPRESIÓN.


Dicen que el amor surge de la admiración, de lo que la persona amada nos da y que nos falta, que quisiéramos tener. Por eso el amor nace de esa compleja necesidad de aspirar hasta la última gota del ser amado.

Cuando  dos personas fruto del destino se cruzan en el camino y surge el gran milagro del amor, es la admiración, te deslumbra y ves en el otro aquello que mas deseamos, nuestro perfecto complemento.

Si no surge esa impresión, si la unión de esas dos personas es fruto del contacto diario, de compartir momentos y experiencias; eso es amistad. El amor no solo es ese sentimiento constante de estar con la persona amada, es la atracción y es el deseo carnal de poseer y ser poseído.

La atracción surge como una corriente eléctrica que nos invade todo el cuerpo, cuando un día gris lo vemos iluminado por el sol, cuando el dolor es placer, cuando sin hambre comemos, cuando sin sed bebemos; porque todo lo transforma, la realidad sufre una mutación cósmica y en nuestro cielo no encontramos mas que brillantes estrellas.
La impresión nos hace desear tener a esa persona, cogerla, atraparla y no soltarla, compartir sus penas y tristezas; y también compartir su cuerpo.

La admiración fruto de esa primera impresión, enciende la llama del deseo, que como seres animados es el instinto de reproducción, que siendo humanos lo convertimos en amor.

A veces pienso que el amor adolescente es el mas auténtico, porque a esa edad todavía no estamos viciados por la realidad, por las normas, por lo que es correcto; y es cuando nos entregamos en cuerpo y alma, cuando dibujamos corazones por las paredes, cuando las iniciales del ser humano las tatuamos en nuestra piel. El amor adolescente es ansioso, es necesidad, es atracción, es el mas generoso porque no se busca nada mas que a la persona amada. Tenerla cerca, juntar los labios, rozar su cabello, acariciar su piel.

El amor puede ser un ideal, se puede vivir de amar platónicamente, esa puede ser una decisión, una opción vital; pero el amor completo necesita el tacto. Si necesita tocar y ser tocado. El sentido del tacto a veces tan poco valorado, es el que permite que la persona amada entre sin vacilaciones en nuestro corazón, y lo demos todo, no solo el alma, también el cuerpo, esa parte visible de nuestra alma.

Entregarnos con lo único que es nuestro, y darlo con generosidad sin pedir nada a cambio, surge de la primera impresión de esa admiración.

Y pregunto, aunque seamos adultos, ¿no echais de menos ese amor adolescente?


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