miércoles, 14 de agosto de 2019

EL BLOGUERO ACCIDENTAL. 15/8/2019


Parece ser que en vacaciones no solo se deja de trabajar, coger el teléfono y contestar los whatsapp, sino que también hay que moverse del nido, hay que emprender cierta huida de la rutina y adentrarse en la aventura de lo mas que conocido, pero tan solo por unos días.

El bloguero emprende su vuelo mañana sobre las seis de la mañana, porque hay que aprovechar el tiempo, y hoy ya sufre cierto estrés, el de los preparativos; ese cumulo de decisiones transcendentales como lo son que ropa poner en la maleta, que llevarse y que no. Efectivamente es una decisión que trasciende y de una importancia capital. Antes daba igual si te llevabas dos cosas y te las ponías las mismas treinta veces combinadas con imaginación. Ahora no; ahora están las fotos con móvil y las redes sociales; y como prima mas un postureo que el peso de la maleta, pues allá vamos decidiendo que meter en ella y que no, porque si es posible; cada día hay que cambiar de prenda y de color.

Todo viaje supone un determinado estrés, el movimiento lo sufre el cuerpo ya vayas en avión, coche, autobús o tren. El organismo se resiente y no son extrañas determinadas descomposiciones intestinales, que a veces se les achaca a los cambios de agua y que no son otra cosa que el movimiento, la maleta y los cambios de ubicación, porque el ser humano es un animal de costumbres y todo cambio le afecta. Para ello necesita un periodo de adaptación, lo que ocurre es que en vacaciones cuando te has adaptado es cuando tienes que volver, y ya sin estrés surge eso que llaman depresión post vacacional. En definitiva, que un tiempo que esta pensado para la relajación, el descanso y la recuperación; se convierte en todo lo contrario, en una serie de desajustes emocionales y orgánicos que mas vale en ocasiones quedarse en casa y de esa forma encima, ahorrar unos euros que para las próximas navidades no vendrían nada mal.

Mi viaje va a ser con maleta pero también con mochila y en autobús. Un viaje con destino a una playa desierta donde a la ventaja de viajar solo se une el encuentro con personas de otros años, a las que conoces por algún verano pero que de ellas a veces no recuerdas ni el nombre. Encontrarse con desconocidos es hartamente gratificante, no supone compromiso, ni obligación alguna y todo son sumas. Cada saludo, cada conversación; cada sonrisa compartida te llena de algo inexplicable, pero que cuenta con esa garantía de que su resultado tan solo será la pena por la despedida al finalizar la estancia. Nada más, sin compromisos, sin protocolos; puedes ser todo o simplemente una mirada. No necesitas más que ser amable y sonreír para crear momentos inolvidables, de esos que quedan grabados en una fotografía que perdurará toda la vida en la memoria del corazón, pero también en tu colección fotográfica del Instagram que para eso ahora lo compartimos todo y siempre juntos, porque la vida como dicen si se comparte dura dos veces o tantas más, como personas a las que llegas con tu sonrisa de buenos días.




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