jueves, 29 de agosto de 2019

EL BLOGUERO ACCIDENTAL. 30/8/2019


A esta crónica de hoy se le podría llamar: “Los Picores del Verano”, aunque sería una pena estar a punto de cerrar el mes de agosto con un título tan desafortunado, pero a su vez tan veraniego.

Estamos a treinta de agosto y esto ya huele a quemado. Recuerdo cuando empezó el mes que contaba los días por unidades y al ir sumando y adicionando compañeros a la unidad, se podía apreciar como el tiempo no busca nada más que su paso, quedando al encuentro de compañía casi siempre bastante prevista, como este tres que junto al cero nos dan la mano a un saludo que nunca más volverá, porque llegarán más agostos, pero nunca el del diecinueve con un veinte delante. Los números están para eso, para jugar con ellos, porque si les hacemos caso, si les damos valor; dejan de ser aliados a convertirse en enemigos, porque esto del tiempo más que una progresión aritmética, parece mucho más exponencial que singular.

Sin embargo y a pesar del drama del fin del verano, como si fuese esa canción del Dúo Dinámico que todos los años de una forma o de otra nos suena en la memoria; empezamos hablando de los “picores”, algo que evidentemente es muy veraniego por la exposición de la piel que todos hacemos con más bien escasa cobertura y la proliferación de mosquitos con armas de destrucción masiva. En serio hablo de armas, porque no es normal lo que han hecho con el bloguero y sus piernas, culpa de ir con pantalón corto, donde no han dejado espacio sin destruir, sin ser objeto de su conquista dando un aspecto al territorio afectado de una desolación, mas propia del espacio lunar que el de una piel quemada por el Sol, postal propia de una escena estival como la que está llegando a su final.

El verano tiene cosas muy propias; tiene su canción, tiene su amor, tiene su bebida, su comida; y como no, también sus picores, y como se lleva esto de vivir a tope en un “carpe diem” permanente, pues habrá que pillarlo todo se dijo, y el bloguero se apuntó también al bombardeo de mosquitos y demás animalillos de utilidad más que cuestionada.

En fin, no hagamos del drama una tragedia, ni seamos tan horteras como para tener una depresión post vacacional. Mucho mejor que eso, es volver a empezar sin pretender nada, porque como alguien dijo hoy: “quien no espera nada, lo sueña todo”. Soñemos con un nuevo “agosto”, dando la bienvenida al próximo que no tardará mucho en llegar. Mientras tanto aún queda un fin de semana, la Navidad, las Fallas, la Semana Santa, Pascua, etc… y un montón de cosas por contar porque también serán parte de nuestra vida.

Las despedidas, para más tarde.




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