Y de pues de la
tempestad siempre llega la calma, después de la borrachera la resaca y del 7
siempre llega el 8; queramos o no, las matemáticas mandan, nos imponen sus
reglas sin pausa y sin tregua porque la vida es siempre hacia delante y mirar para
atrás solo puede traer como consecuencia una caída inesperada.
Ayer durante el
día de mi cumpleaños, que lo fue para el bloguero y por eso faltó, y si a
alguien se le olvido una sencilla felicitación decir que aún están a tiempo
porque tienen toda la vida para hacerlo. Decía eso que ayer, cuando me encontraba
rodeado de la familia, cuando no puedes evitar que los recuerdos de otros
cumpleaños vengan a tu mente, que te acuerdes de aquellos que ya no están porque
la vida se lo llevó y otros se fueron por su voluntad; durante esos momentos
pensaba yo que cada año que pasa no es mas que una vuelta mas alrededor del sol
y van unas cuantas, pero no logro entender porque si siendo una progresión elíptica
y no en vertical, ¿porque narices envejecemos?, carece de sentido, de ahí que
pienso que la prueba de la inmortalidad no se encuentra en una creencia o en
otra, sino en el hecho en si científico del movimiento rotatorio mas o menos
circular, que nos dice que evolucionamos para regresar. Que crecemos para
descender y luego volver a crecer. No diría yo desaparecer para volver a nacer,
sino simplemente un cambio de estado donde nuestra presencia vital es
progresiva y no descendente, ni menos aún decadente.
Ayer alguien
planteaba en Facebook que hay personas que temen mas al deterioro físico que a
la muerte. Yo soy así, me cuesta mucho mas temor ver como pierdo la vitalidad,
las ganas de vivir, el deseo de amar y de sentir. Me da mas miedo no atraer
como única fuerza por la que nos unimos, empatizamos y mantenemos relaciones de
todo tipo. Me criticaron por ser de esa opinión, pero es que al parecer el
instinto de supervivencia a cualquier precio es el que mueve a la mayoría. A mi
no, a mi me impulsa el deseo de vivir, las ganas; esa motivación de cada día
por encontrarme con tu sonrisa. Esa fuerza por la que se cruzan las miradas en
un amanecer eterno donde tu y yo, dos desconocidos, se aman y quieren sin temor
a la vida, a la gente ni a las distancias. Ese acto de intimidad público donde
sin tener nada que ocultar, sin tener el más mínimo de los secretos, tan solo
nosotros sabemos lo que somos y lo que queremos.
Sigamos con el
mes de agosto, su tiempo de verano y las noches en vela, como ésta donde no
cerré los ojos por si te perdía en la memoria…….
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