sábado, 31 de agosto de 2019

EL BLOGUERO ACCIDENTAL. ¡Y YA ESTÁ!


¡Y ya está!, esto es lo mas original que se me ocurre para un treinta y uno de agosto. Un final de verano y a su vez de vacaciones, de ese espacio de tiempo donde nosotros somos lo más importante y no la necesidad de tener que ganar dinero para sobrevivir, porque vivir se hace sin nada.

Aunque mis puntos siempre sean suspensivos, no puedo ser extraño a que las cosas acaban, a que por muchos puntos que  se le pongan al primero, su tendencia al infinito no implica que en algún momento se alcance el final, o tal vez un fin no esperado.

Ha sido un mes donde el bloguero se ha movido de norte a sur sin dejar de lado al Mediterráneo. En ocasiones a la derecha y otras veces a su izquierda. No se ha adentrado tierra a dentro porque sabe que si no hay mar, sol, arena y sal; no hay vida en su interior para poder crear vida con sonrisas, sin perderse de vista, como si de una guía se tratase.

Hemos estado en Barcelona, hemos comido en su playa; concretamente en el “Pez Vela Barcelona”, nos hemos bañado en la Barceloneta, que nunca lo habíamos hecho antes y hemos echado una siesta en el césped de un jardín público próximo al Hotel W, dejando a un lado el carácter de bloguero para transformarnos en turistas accidentales procedentes de cualquier linde del mundo.  Cenamos vegano en el “Flax and Kale”, lugar mítico y de obligada visita por el bloguero en la Ciudad Condal y tomamos una copa de cava en  el Cotton House, como si de un “pop star” se tratase cuando el servicio muestra sus respetos a su paso bajando la cabeza. De Barcelona nos llevamos la compañía, sus lugares y también uno de los mejores Té Chai Latte que hemos probado en la vida, en un bonito lugar de la Gran Vía llamado “El Árbol”.

Vacacionamos y turisteamos en Valencia, porque no es lo mismo vivir en la realidad, que estar de vacaciones de esa realidad, aunque el espacio sea el mismo. Visitamos el barrio  histórico mezclándonos con turistas y siguiendo sus normas. Comimos en el Hard Rock Café, tomamos cervezas; desayunamos en sitios tan hermosos como “La Rollerie”, “Bastard” e incluso en un “Panaria”. Subimos al cielo para contemplar la ciudad en su Sky bar del “Plaza Gastro Mercat” Vivimos en Valencia, que no es lo mismo que residir en Valencia. Como no es igual vivir que sobrevivir, porque la vida es otra cosa que trabajar para poder comer y tener un sitio donde dormir.

También celebramos el cumpleaños del bloguero allá por el día siete del mes, y lo hicimos comiendo en “La Voltereta Bali”; lugar de moda reservado con mucha anterioridad y que si bien, goza de una decoración atractiva, sus expectativas superan a la realidad como suele ocurrir con esos lugares que sin explicación posible, cuentan con la necesidad de ir creada por la excesiva normalidad de una capital de provincias.

Mas o menos a mediados de mes, nos fuimos al Sur, viajamos al “Paraiso” de Vera, un lugar mágico donde todo cuenta, sobre todo la sensación de que la vida funciona a un ritmo muy distinto al habitual. No queremos decir mas lento ni mucho menos, sino con armonía, con libertad, con gritos de alegría y con ganas de ser un elemento más del espacio sin ser decoración, sino instrumento de felicidad. Nos bañamos acompañando al Sol en su salida, caminamos por la arena ardiente hasta hacernos ampollas en los pies. El mar, el Sol, la arena y la sal se convirtieron en el ingrediente de la mejor de las pócimas de la felicidad, de esas en las que no hay recuerdos ni mas consejo que el de quedarse quieto y ver como la vida no pasa sin dejar huellas en la piel, quemando todo aquello que al parecer estaba muerto y que al contrario de lo que se piensa, vuelve a renacer de entre las cenizas del tiempo perdido.

Compartimos el paraíso con personas que son parte del bloguero y con otras, que siendo desconocidas, mostraron su mejor cara sin necesidad de mostrar su identidad, porque ya sabemos que desde el momento en el que reseñamos a las personas, dejan de compartirse para convertirse en compromiso.

El paraíso esperará cada año, con sus amaneceres y atardeceres. Con su música y sus bailes. Sus noches silenciosas y sus días luz y calor, porque lo bueno que tienen los desiertos, es que no se espera nada de ellos y por eso te encuentras de todo en ellos. La vida sin nada se llena, por lo que cuanto menos te pongas, mas te llevarás, y así siempre, en ésta y la del invierno que nos espera, con gorro y bufanda y esas noches casi eternas que se iluminan a la luz de una Luna, que es el sueño de la esperanza que la Primavera traerá para que de su mano de nuevo lleguemos a otro agosto, donde el bloguero nos pueda contar que es lo que pasó, pero también lo que le gustaría que pasara, porque en definitiva no somos eso que somos, sino lo que queremos ser.

Somos esa ilusión en el sueño de algún desconocido, que por unos instantes recuerda que la vida es mejor sentirla que pensarla y que sobre todo, que ese espacio que ocupa el saber, sea liberado por el cariño.




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