A veces resulta
insoportable ver como pasa el tiempo, sobre todo cuando ese tiempo lo inviertes
en lo que te da la gana y no en lo que debes hacer. Lo de los deberes parece
que nos lo imponen de pequeños en esos sitios llamados colegios, y lo seguimos
llevando a cuestas durante toda la vida. El deber como fuente de
responsabilidad frente al querer, que lo es de la felicidad.
Siempre he dicho
que el día de después es de resaca, imaginaros el resacón que voy a pillar después
de treinta y un días. Tal vez es eso a lo que llaman depresión post vacacional,
aunque yo no lo creo. No se trata de andar con el ánimo bajo, sino con ese
cambio de ritmo que supone pasar de hacer lo que uno quiere a lo que uno debe, que
sinceramente es un transito complicado, no por estar lleno de nostalgia; sino
por cierto reproche de no haber hecho todo eso que al principio se propuso.
La verdad es que
nos llenamos la vida de planes y proyectos, cuando realmente el ritmo de la
vida es mucho más rápido de lo que pensamos y en la mayoría de las ocasiones
siempre nos quedamos con ese mal sabor de boca de no haber hecho todo lo que
nos hubiera gustado hacer. Lo mismo ocurre con las personas. Nunca estamos
preparados para la pérdida, ya sea de la vida o de una relación. Cuando alguien
se va de nuestra vida por uno u otro motivo, siempre nos queda esa amargura de
no haber hecho o no haberles dicho una u otra cosa. Lo más común es el vacío
que nos creamos por no haber sido lo suficientemente emotivos cuando realmente
lo podríamos haber hecho. Decir “te quiero”, “me gustas”; o cualquier otro tipo
de expresión que demuestre en palabras ese sentimiento que es verdad y se
tiene; es algo necesario, su falta nos va a crear una pérdida superior a la
persona, porque nos perdemos nosotros ante la falta de manifestación del
sentimiento. Dicen que lo importante no es decirlo sino demostrarlo. Me parece
muy bien, pero sino se dice no se sabe por mucho que lo demuestres. Cuantas veces
nos sentimos reconocidos por algo que hemos hecho, pero sino nos lo agradecen,
sino sale de la boca esas gracias; es como si no hubiéramos hecho nada y aunque
sepamos que lo hicimos bien, la mesa queda coja porque le falta la expresión,
la manifestación del sentimiento o emoción.
Hagamos lo que
hagamos, siempre nos quedará algo por hacer o por decir, lo que toca es hacer
lo que podamos sin dejar nada por decir, porque tanto el cariño como el amor, se dan pero también
se escriben.
No hay comentarios:
Publicar un comentario