La
habitación cada vez se copaba de mas sombras. Paca sentada en la mecedora con
su mirada fija en la ventana, tan solo se escapaba de sus pensamientos, cuando
un rayo de luz caía desde el cielo e iluminaba la habitación, a penas sentía,
pero tenía miedo. Siempre tuvo miedo a las tormentas, pero ahora no era capaz
ni de encender unas velas. Las tenía a su derecha, solo tenía que mover un
brazo y tomarlas y prenderlas con un fósforo, pero le pesaban las manos y a
penas se movía, solo la luz de los rayos llegaba por la venta y la habitación
crujiendo con cada trueno, le alteraba conforme se acercaba lo mas duro de la
tormenta, lo peor aún no había llegado.
Giraba
con movimientos cortos su cabeza, intentando alcanzar con su mirada la puerta,
que entre abierta no paraba de golpear contra el marco. Una corriente de aire
entraba por el entorno por esa puerta procedente de alguno de los rincones del
caserón. Estaba sola, Fernanda aún no había llegado para prepararle la cena, todavía
era pronto, y con ese nubarrón aún tardaría mas. Se sentían diminuta en aquella
casa, y esa brisa de aire, quien sabe de que rincón vendría le producía
escalofríos, sentía como si la tomara y la arrastrara a ese mas allá que desde
hace tiempo le esperaba pero que ella se resistía a pasar, se aferraba a la
escasa vida que le quedaba, con sus escasas energías y con un cuerpo marchito
por el paso del tiempo y los golpes de tanta desgracia vivida.
Paca
en su pensamiento, se negaba a recordar solo las cosas malas, se esforzaba en
pensar momentos de felicidad vividos que también habían existido, pero en
cuanto lo intentaba, de nuevo otro suceso le apartaba de las cosas bellas.
Un
golpe, otro golpe, cada uno de ellos mas fuerte, y otros golpes de otras puertas,
de otras ventanas o de tantos escondites y lugares que ocultaba el caserón. Un
rayo de repente y un fuerte estruendo en el horizonte de los viñedos, la hizo
tambalear, y aunque sin a penas fuerzas miró hacía atrás, miró la puerta que se
abría y cerraba. Manteniendo la cabeza erguida y los ojos todo lo abiertos que
podía, vio abrirse un poco mas la puerta con un golpe de aire, se fijó
atentamente, solo había penumbra y sombras que se movían con la sensación de
que alguna de ellas se disponía a entrar y atraparla, envolverla y llevarla con
ella. Algún espíritu que aún permanecía en la casa camuflado en sombra y guiado
por el viento hasta su minúsculo cuerpo blanco plagado de pecas naranjas y
rojas como su pelo.
Con
ojos aterrorizados de nuevo, a duras penas volvió a su posición inicial,
delante de la ventana, observando la tormenta e intentando encontrar un
pensamiento que se la llevara de ese lugar, en ese momento, antes de que alguna
sombra lo hiciera.
Recordó
de nuevo su infancia, aquellos días como ese, cuando las nubes se aferraban a
no caer por el desfiladero de Despeñaperros, cogía a su querida Pili y ambas
huyendo de las viejas de luto permanente rezando alrededor de una mesa, se
escondía en su lugar secreto, ese pequeño espacio que había encontrado, un
agujero entre el caserón y la bodega que al parecer nadie conocía y no se
fijaban en el. Solo cubierto por unas tablas, que con su poca fuerza de niña
podía retirar y volver a cerrar, y allí junto con Pili, pasaba grandes ratos
escondida de sus hermanos, de las tormentas y del resto del Condado, era su
pequeño espacio propio, el único lugar íntimo que había descubierto un día
jugando y que entro por su curiosidad o por su necesidad de tener algo suyo,
algo que no fuese de nadie más.
Allí
pasaba el tiempo con Pili y otras compañías, que al principio le daban miedo,
pero que termino acostumbrándose a ellas. Eran las ratas que entraban y salían,
ella no las molestaba ni estas a ella, sin embargo Pili saltaba sobre su regazo
y de ahí no se movía con las orejas empinadas y siguiendo a cada una de ellas
con sus ojos saltones y sin perderlas de vista.
En
ese lugar donde salió aquel día y al girar, sin ser descubierta, fue cuando la
atraparon sus hermanastros, esos seres sin conciencia y le arrancaron su
preciado pelo, en ese lugar donde pasaba tantas horas es donde planeó muchos de
sus actos buenos y otros tantos malos, tal vez mas éstos y de ahí su miedo a
las sombras, a ser llevada al infierno.
En
primavera, el Condado se llenaba de pajarillos que posaban sus nidos entre las tejas
y los árboles. Le gustaba oírlos cantar, revoloteaban a su alrededor, como
salían y entraban de sus nidos llevando comida a sus polluelos. Un día Pili
cuando correteaba por el campo se encontró un pajarito herido tirado sobre la
tierra, se le quedo mirando pero su olor a sangre también le incitaba a darle
un bocado, ella llamó a Pili y le obedeció, se acerco y comprobó que estaba
herido, era un jilguero de vivos colores, lo tomo entre sus manecitas y lo
llevo al caserón, a las cocinas donde se encontraba su abuela, entre las dos
intentaron cuidarlo, y Fidela que tenía cierta facilidad con las manualidades
le construyó como pudo una jaula donde lo metió y le daba de comer semillas que
encontraba por el campo y de beber con una gotita de agua en su mano.
Pasaron
los días y se movía cada vez mas, se estaba recuperando y se chocaba
constantemente con las barras de madera de la especie de jaula que su abuela le
construyó. Un día de forma inesperada, empezó a cantar, era hermoso, los
colores de sus plumas brillaban, se revoloteaba y cantaba de forma fina y
armónica; Paca se conmovió y no podía verlo mas allí atrapado, estaba
totalmente curado. Cogió la jaula, seguida por Pili como siempre, su sombra
durante quince años de su vida, y cerca de su escondite, donde además delante
crecía un frondoso árbol, puso la jaula en el suelo y le abrió la puerta. Al
principio el jilguero temeroso se quedó en un rincón, Paca lo cogió suavemente
entre sus manos, lo saco, subió sus manos y de repente se desprendió de ella y se
puso a volar hasta alcanzar una de las ramas de aquel árbol. Paca empezó a
sonreir, lo veía saltar, volar de un lado a otro, estaba totalmente curado y
Pili embriagada de esa felicidad, no paraba de ladrar, de mover el rabo y de
correr en círculos alrededor de ella. Fue un momento feliz, uno de los pocos
felices de su vida. Su unión con los animales, con el espacio, con la
naturaleza es lo que la hacía vivir y sonreir, todo lo contrario que le ocurría
con las personas.
Una
vez liberado a Colorín, como así lo había llamado, se metió en su escondite
para guardar la jaula que le había construido su abuela con sus manos, era suya
y la quería conservar, la dejó en un rincón y como tantas veces sentada en el
suelo, se quedó jugando con Pili lejos de las gentes que poblaban el condado.
De repente, notó que la jaula se movía, le entró un ataque de pánico, pero este
se marchó al instante; una rata enorme, la mas grande que había visto jamás se
había colado en la jaula, sin pensarlo, por puro instinto, cogió y cerro la puerta
quedando encerrada. El roedor furioso no paraba de lanza gruñidos, de moverse.
Paca no se acercaba, enseñaba sus incisivos cuando abría su boca con tan solo
la finalidad de morder. Se quedó pensando, y salió de allí, fue a los establos
seguida por Pili y buscando encontró una cuerda, y se la llevo a su escondite,
la paso por las barras de madera y la ató; nada bueno se le estaba ocurriendo,
pero no dejaba de pensarlo. Paca dejó pasar las horas, se hizo de noche, ella
sabía que nadie la echaría de menos, tanto su madre como su abuela sabían que
le gustaba dormir algunas noches sobre la tierra mirando las estrellas, por eso
nadie la buscaría.
Cuando
la noche se había cerrado completamente, salió de su escondite agarrando la
jaula con la rata y sin hacer ningún ruido, así también se lo ordenó a Pili que
en todo la obedecía. Salió despacio, camino sin sentir sus propios pasos, solo
se oía el movimiento de la rata en la jaula que se hallaba atrapada y se
dirigió a los aposentos donde dormían sus hermanos, abrió la puerta, apenas se
podía ver, no se oía nada mas que las respiraciones de éstos, buscó la cama que
estaba a la izquierda contra la pared donde sabía que dormía aquel que tiempo
atrás había tratado de ahogar a Pili, se acerco casi sin respirar aunque el
corazón se le salía del pecho, de la fuerza y rapidez con que latía. Este
estaba inmerso en un profundo sueño desde hacía horas, nada podía descubrirla,
se puso a su lado, Pili entre sus piernas con las orejas todas hacia abajo,
cogió la jaula con la rata, levanto un poco de la manta que cubría aquel
engendro humano, abrió la puerta de la jaula sobre ese hueco abierto, y la rata
de un salto se coló y ella con un acto instantáneo cubrió con la manta a su
hermanastro para que la rata no pudiera salir, salió de inmediato de la
habitación de pronto se oyeron gritos de terror, la rata no paraba de morder y
morder a ese ser que se perdía en gritos de dolor con cada mordido de la rata
atrapada, le devoraba las piernas, de un mordisco le arranco sus genitales, sus
otros hermanos acudieron en su ayuda levantaron la manta y ante tal imagen se
quedaron petrificados, huyeron al ver la rata con todo su hocico manchado de
sangre y con trozos de carne, empezaron a gritar a llamar a la gente, pero la
rata no paraba de morderle, de destrozarle la cara, de comerse hasta los mocos
de ese bárbaro que un día quiso ahogar a Pili. Cuando llegó la gente, nada se
pudo hacer, este se hallaba vomitando sangre, con los ojos arrancados, soltando
un suspiro de dolor que apenas se oyó, hasta que giró su cabeza despellejada y
no volvió a respirar. La rata fue machacada hasta la muerte por uno de los
labradores con un palo.
En
ese momento Paca ya se encontraba lejos, había oído los gritos, estaba en su
escondite con Pili y la jaula vacía, se encontraba excitada y asustada, pero no
arrepentida; empezaba la venganza de Paca la Jara.
Wow!!! Me has dejado alucinada
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